Hana Kobayashi ha construido una trayectoria que trasciende géneros, identidades, y expectativas. Hija de madre venezolana y padre japonés, Hana no heredó solo su doble raíz, sino también una forma de mirar la música, y la vida, que brota de la tierra, del día a día.
Ese trasfondo, en el que lo cotidiano se entrelaza con la expresión artística, se hace evidente en su forma de crear. Cuando compuso Palabras Perdidas, -canción estrenada el 30 de mayo de este año- ese espacio íntimo, ese interlocutor silencioso que solo la soledad permite, fue el continente de su creación: no rituales elaborados, sino etapas vitales, momentos de vida, de contemplación, de sentir lo que quizá pocos escuchan. La canción emerge de esa sintonía con lo cotidiano, de aquel músculo creativo que ella cultiva, tanto en la actividad febril como en la pausa.
En esta conversación recorreremos no solo los logros, sino las certezas que dan paz, los miedos que nos humanizan, y esa convicción de que el arte verdadero se hace raro, difícil, bello, humilde y auténtico. Porque estar con Hana Kobayashi es estar cerca de alguien que opina, que siente, que observa y que se anima a dejar que su música hable cuando el ruido cede.
-En muchos artistas la creación nace dentro de la compañía, y para otros en la soledad. ¿Cuál es tu espacio creativo cuando estás sola y qué rituales -si los tienes- permiten que surja una canción como Palabras Perdidas?
-En Palabras Perdidas se hace evidente el silencio, y en ese sentido, justamente el espacio de interlocución íntima, que se da en ese momento de soledad, una manera de conversar íntimamente. Sobre todo, cuando uno es este tipo de persona que tiene la canción como un vehículo para expresar sentimientos. No tengo ningún ritual a la hora de escribir, lo que sí tengo son etapas creativas dónde estoy componiendo mucho, y hay momentos donde no estoy componiendo nada, viviendo la vida.
Pero, Palabras Perdidas, se dio en un momento donde estaba estimulando bastante el músculo de la creación, con mucha sintonía con el momento cotidiano, Palabras Perdidas es una canción llena de cotidianidad.
-Tu carrera parte de una mezcla cultural muy personal: madre venezolana, padre japonés. ¿Cómo se entrecruzan esas raíces en tu voz y en las historias que eliges contar?
-Claro, para mí lo normal es lo que soy, sin embargo, si logro notar, de vez en cuando, que hay cosas que pueden ser más japonesas que venezolanas, o más venezolanas que japonesas, pero, no estoy constantemente pensando en ello. Tal vez, cuando canto música del país de mi papá (Japón) sí siento cuando emerge esa parte de mis raíces, sin embargo, como te dije, soy lo que soy, y surge natural en mí.
-Cuéntame de tus primeros pasos en la música: ¿Qué decisión, evento o persona hizo que dejaras todo y comenzaras a construir una carrera artística en Caracas?
-Creo que no se trató de un solo momento, pero, si existió un instante que fue determinante, ya que, estaba en una etapa de mi vida donde estudiaba música y psicología a la vez, así que, estaba tocando, y, también, estaba trabajando en una empresa de mercadeo en la parte de Responsabilidad Social como psicólogo, entonces, era como tener la vida dividida, me cansaba muchísimo, porque de día me dedicaba a la psicología y en la noche era cantante, y si no estaba cantando, estaba ensayando, o yendo a algún evento de un amigo o amiga.
-Sí estaba contenta, pero cansada, entonces, surgió este momento en el año 2006, que dije: «Esto tiene ya que terminar, tengo que decidirme, porque hay algo allí que me está haciendo vibrar más que lo otro» y ahí fue cuando decidí dedicarme más enteramente a la música, con mucho miedo, pero a su vez, también lo hice porque ya estaban empezando a pasar cosas con la música, no fue un salto al vacío.
Es decir, he estado haciendo música desde los 14 años, y cuando tomé esta decisión de dedicarme solo a la música, tenía 24 años, ya llevaba unos 10 años haciendo festivales de música, con experiencia coral, con bandas, había grabado proyectos discográficos, estaba haciendo jazz en un par de sitios muy importantes acá en Caracas, entre ellos, Juan Sebastián Bar y paralelamente estudiaba psicología, tenía dos becas de estudio, sin duda, una vida muy precoz en ese sentido, pero a la vez de mucho disfrute, porque decía «si este es el camino y si se están abriendo las puertas en distintas dimensiones, pues voy a entrar a esas dimensiones, sean cuales sean». Y, una vez que tomé la decisión, la vida empezó a florecer también en ese sentido, porque solté algo con lo que no estaba vibrando en ese momento.
-¿La psicología también es parte de ti?
-Por supuesto, adoro la psicología, y creo que, en estos momentos de mi vida, quiero retomarla. El próximo año, 2026, cumplo 30 años de carrera artística, digamos que mis necesidades son otras, mi manera de ver la música es otra, mi manera de vivir con respecto a la música es otra. Hay cosas que, ahora mismo, me interesan mucho más, en lo privado, cosas que por vivir una vida muy entregada al mundo artístico y siendo mujer, además, de la manera en que se ha dado mi carrera, tan efervescente en muchos sentidos.
Kobayashi reitera, en la conversación que sostuvo en la redacción de contrapunto.com, que: “Hay otras cosas de la vida que quiero vivir, cosas que son de orden más privado. Entonces, siento que esta celebración que quiero hacer, de los 30 años, viene también como una manera de dar la bienvenida a cosas, y cerrar otras”.
-¿Cómo ves la movida musical independiente nacional? No es secreto que muchos músicos han migrado ¿Hay todavía tierra fértil en el país para el talento nacional?
-Sí, sin duda, Venezuela es un país muy musical, en cualquier estado del país vas a encontrar gente maravillosa, compositores, instrumentistas, cultores, no solamente en la música, en el teatro, en la danza, en las artes plásticas, vas a poder encontrar muchísima gente talentosa. Solo que, claro, la situación que hemos venido viviendo desde hace más de 20 años, ha hecho que muchas cosas se tambaleen. La migración ha sido de mucha gente y entre esas personas, muchos músicos, y, ahora mismo, hay una nueva ola migratoria también, creo que eso es algo que es inevitable en cualquier lugar del mundo, no solo en Venezuela, y además, siento que el mundo está en un momento muy curioso, muy crítico, en muchos sentidos, y eso nos atraviesa a todos.

-Como mujer, con una carrera exitosa y de casi 30 años ¿Cómo percibes la música en tu vida íntima, actualmente?
-Como mujer, sí debo decir que, en mi caso, he puesto, durante muchos años de mi vida, mi carrera por encima de muchas cosas, incluso, muchas de mis vinculaciones de pareja han sido con personas del medio. Y bueno, digamos que, no en todos los casos, pero sí en muchos, las uniones entre artistas son un poco inestables, son dos personas que viven la vida, que viven el arte, con mucha intensidad, es complejo. Pero, eso ha hecho que, con mi manera de vivir la vida, haya influido también en mi concepto de familia. Yo puse muy al lado todo lo que significaba tener hogar y familia, tener hijos, y no es algo que no desee, sino que siento que el foco que puse en mi carrera fue tan enorme que eso, simplemente, quedó a un lado.
Además, asegura que “en algún punto de la vida si fue algo que desee, porque claro, tenía en ese momento una pareja con la que tal vez pudo haber pasado, pero no sucedió. Y, ahora que estoy mucho más madura, en varios aspectos, luego de haber hecho tanto por la música, es decir, para mí es un hecho que la música siempre va a estar conmigo, pero siento que después de 30 años de tener una vida artística tan preciosa, con todas las cosas que he vivido, con toda la gente que he conocido, todos los ciclos que he abierto y he cerrado, tantas experiencias, llega el momento de la obra privada, es algo que me merezco, dedicar un tiempo a cultivar todo eso que hice a un lado por contribuir al arte en el mundo y en mi país.
-¿La música nunca quedará de lado?
-No, amo seguir cantando, componiendo, sacando música, apoyando a otros artistas, venir aquí a dar entrevistas, seguir contribuyendo al arte en el país y en el mundo, pero, también me encanta quedarme en mi casa, cocinar, jugar con mi gatita, conversar con mi sobrina, regar las plantitas, es algo que siento que no me había dado el chance de vivir.
-Claro, es que para los artistas la vida no suele ser tan común o «normal»
-No es normal, tienes razón, me explico; para nosotros los artistas, hay un estilo de vida, en el que yo, particularmente, siento que si no tienes un apoyo externo, una pareja o un familiar que esté apoyando en cosas tan sencillas como: Lavar la ropa, cocinar la comida, mantener la casa limpia, o estar pendiente de las cuentas que tienes que pagar, si no tienes ese apoyo y eres solo tú haciendo todo, que realmente, la mayor parte de mi vida ha sido así, tienes una vida que no es normal.
“Te fabricas una especie de ‘normalidad’ que te hace funcionar de alguna manera, pero, dónde muchas veces no comes comida casera, estás montada en un avión o en una van camino a un toque, estás de gira, y, eso puede ser tú ‘normalidad’, pero, no es sustentable en el tiempo, a nivel de horarios, de alimentación y de muchas cosas, es como una pausa que puede tras tocar tu día a día. Creo que para nadie es un secreto como es la vida de muchos artistas en el mundo, las consecuencias que ellos pagan por ese estilo de vida que, sí, los beneficia a ellos, también a productoras, es todo un gran entramado, pero, no es normal, no es sustentable y no es muy sano”, expresó afligida.
-Entonces, ¿Buscas un cambio en esa dinámica?
-En estos momentos, puedo sentarme a hablar de esto de manera abierta, porque si me preguntan: ¿He disfrutado de las giras? Sí, es una de las cosas que más me gustan en el mundo, pero no pudiera estar todo un año de gira, sería muy rudo, es decir, puedo estar 2 o 3 meses de gira, con sus pausas, en las que puedo ir a mi casa, y estar en mi espacio, cocinar mi comida, tener el chance de investigar cómo van a ser los sitios donde voy a ir y, a veces pasa, que terminas haciendo familia dentro de los equipos de gira, y, también, pasa que ya no los quieres ver más (risas). Pero, sí siento que la vida artística, es una vida muy peculiar, en la que tienes que hacer muchos negocios y esos negocios, en su mayoría, son con tu vida personal, entonces, sí quiero seguir haciendo cosas con la música, pero, estoy en una etapa donde hay un cambio de ritmo.
-¿Te seguirás presentando en vivo?
-Sí, sin embargo, cada aparición que vaya a tener va a ser cada vez más especial, porque es posible que no vaya a ser tan frecuente, entonces, cada vez que lo haga, va a ser muy único. Pero, lo que se va a estar entretejiendo en el ámbito de lo que no se ve, va a ser lo que yo merezco vivir.
-Por último, mirando hacia atrás y hacia adelante: ¿Qué legado de música y de arte te gustaría dejar?
-Realmente no he pensado mucho en eso, creo que es importante buscar las herramientas para que la gente pueda acceder a la música, que te escuchen, y ya cada uno verá que hace con eso. Pero, no estoy haciendo mis cosas como para «dejar un legado», uno no es tan importante, y esto no tiene que ver con un asunto de valía personal. Siento que es importante andar por la vida entendiendo que puedes hacer tus cosas, en tus términos, y entregarlas al mundo, y ya con eso, es muchísimo. Así que, no pienso en «mi legado», suena egocéntrico para mí, lo que sí pienso que es importante, es crear una vida lo más a la medida de uno, que sea lo más auténtico y honesto con uno mismo.

Durante más de una hora, quien suscribe, tuvo la oportunidad de ver la parte humana y artística de una de las cantautoras mas versátiles y emblemáticas de los últimos 20 años en la movida musical del país.
Lo que queda de esta entrevista no son solo los fragmentos de historias ni las anécdotas de los escenarios, sino la sensación profunda de que Hana Kobayashi ha sabido construir su camino escuchándose primero a sí misma, que ha sembrado silencio para que las palabras, cuando lleguen, sean verdaderas. Que, después de tantos años entregada al mundo del arte, empieza a valorar lo sutil, lo doméstico, lo íntimo: la cocina, la compañía, las plantas, los espacios en los que no se exige nada más que ser.
No se trata de renunciar a lo que ama, sino de reordenar lo que ama, de reconciliar lo externo con lo interno, de abrir espacios que habían quedado en sombra. No hay un regalo más grande como ver a una artista que entiende que su legado no está en la fama o en el aplauso, sino en hacer las cosas con integridad, en entregarse con honestidad, y en permitir que su obra y su vida se nutran mutuamente.
Porque, como ella dice, quizás no piense tanto en dejar un legado, pero ya lo está haciendo: viviendo auténticamente, cantando con verdad, y dejando que cada silencio, cada palabra, cada canción perdida o encontrada, resuene con quienes la escuchan.






