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domingo, 08 junio, 2025
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El jazz venezolano renace en Maracaibo

Durante dos días en el mítico Teatro Baralt se dieron cita siete propuestas de excelente nivel en el primer Maracaibo Jazz Festival / Gregorio Montiel Cupello

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¿Maracaibo capital del jazz en Venezuela?

Podría ser.

Los pasados siete y ocho de mayo se hizo en la urbe zuliana por primera vez un festival de esta música y con solo grupos locales, el Maracaibo Jazz Festival (MJF).

Esto mientras Caracas, usual epicentro del jazz nacional con toda una trayectoria, pasa por uno de los peores momentos en la historia del género con muy pocos exponentes (muchos han emigrado), conciertos o lugares para tocar.

Ya el año pasado habíamos visto con gran satisfacción a la agrupación de vientos y metales Marabones (por trombones en español o inglés).

Esta vez estuvieron involucrados Descritos, Vuelo 432, The Broducer, Avariano y su Trabuco, el Trio Devil Blues, Los Pachín Brothers y la Big Band Maracaibo.

En el cartel original también figuraban Vendetta y la Ana Sofía Jazz Band, que por problemas de salud de alguno de sus integrantes o de la misma Ana Sofía, no pudieron intervenir, como tampoco la Cool Note Band, del saxofonista suizo Dieter Chormann y el baterista y docente Marco Machado, que por desaveniencias con la organización decidieron no participar.

Una historia del jazz en el Zulia

A partir de 1976 es que podríamos establecer una historia del jazz en el estado Zulia.

Anteriormente habían visitado la capital zuliana en el primer quinquenio de los 70 figuras internacionales como el guitarrista Charlie Byrd y el baterista Elvin Jones, y de la misma Venezuela el maestrísimo Gerry Weil (fallecido en noviembre pasado) con su innovadora Banda Municipal haciendo jazz fusión con merengues caraqueños, ritmos afrovenezolanos, valses y música académica avant-garde.

En el mencionado año 76 irrumpe Leyenda, primer grupo zuliano tocado por el nuevo jazz fusión de Nueva York. Y hacia 1977 surge Islas, un combo jazzístico con músicos venezolanos, estadounidenses y europeos que convergieron en la urbe marabina para tocar en la Orquesta Sinfónica de Maracaibo (OSM) en sus años de gloria.

El veterano saxofonista Luis Vivanco cita el trabajo especial de grado “Aproximación al inicio y evolución del proceso jazzístico venezolano”, que hizo en 1993 el pianista y profesor de la Universidad de Los Andes: Abigail Romero Ramírez, para optar a la licenciatura en música en la Universidad Católica Cecilio Acosta de Maracaibo.

La investigación refiere a los conjuntos de dixieland de fines de los 70 y comienzos de los 80 en la metrópoli maracaibera, conformados por profesores estadounidenses que daban clases en las escuelas norteamericanas y de enseñanza en inglés Bella Vista y Roberts School. Estas  formaciones se presentaban en lugares como el Centro Venezolano Americano del Zulia (CEVAZ).

En esta onda dixieland Vivanco rememora a la Orquesta de Jazz Thomas Jefferson de Estados Unidos, que vino en 1976 a Caracas, Maracaibo y la Costa Oriental del Lago; al local Grupo Río de jazz contemporáneo en los años 80, al llamado Primer Trío (con dos estadounidenses y un canadiense de la OSM) con el que tocaba como invitado por esas mismas fechas, y a La Nota Azul en los 90.

Por igual se recuerda de esa época a Batuke, siguiendo los pasos de Irakere y su vibrante jazz afrocubano.  “Fue un intento de hacer una banda de jazz latino agresiva”, señala el veterano baterista José Angel Lorenzo Jansen, aka “Pachín”, quien tocó en esa banda.

Por nuestro lado, en 1988 recordamos muy gratamente en el Jazz Caracas Festival a Rococó, ensamble de 14 músicos piloteados por el ex Guaco Ricardo Hernández, entremezclando gaita, salsa y jazz.

Para 2004 está tocando el sexteto Danto con una llamativa simbiosis de jazz, rock y ritmos afrozulianos.

De esta manera en los últimos tiempos ha venido cuajando la movida que convergió en este primer MJF.

De Carreño y Gardel al jazz-rock del siglo XXI

“Este festival se sostiene desde el amor”, dijo en una de sus intervenciones Lenín Nieto, exguitarrista de Danto, bajista de Los Pachín Brothers y organizador del evento, queriendo decir con ello que el festival se hizo con las uñas, pero con mucha mística y trabajo, sabiendo aglutinar a pulso una serie de esfuerzos y voluntades, sobre todo por parte del legendario y hermoso Teatro Baralt (1883), donde actuaron Teresa Carreño, Carlos Gardel y se exhibió por primera vez en Venezuela tanto cine como películas hechas en el país.

Así, en ese recinto comenzó el primer festival de jazz de Maracaibo, el miércoles siete de mayo, con el trío Descritos, a medio camino entre el pop, el rock y la bossa nova y con buenos instrumentistas, sobre todo el guitarrista y el baterista.

El segundo número de la noche fue uno de los mejores grupos que hay que escuchar del nuevo jazz marabino: Vuelo 432, otro terceto, con el tecladista Hans Fuentes, el bajista Carlos Font y el baterista David Ballesteros.

Foto: Iván Emilio

Los del Vuelo 432 es una formación compacta, sólida y bien cohesionada que sobre todo hace jazz y funk, pero también le mete a lo afrolatino, el reggae, el tango, lo francés, la onda nueva y el joropo en medio de muchos cambios de tiempo y de grooves, en los que Fuentes recrea en forma dúctil con su teclado atmósferas varias y extrañas, un Font expresivo y vistoso hace presencia con su bajo grueso y rockero manejado con la técnica slap y el baterista Ballesteros correctamente y con buen aplomo sigue el paso a sus dos compañeros de fórmula.

Uno de los momentos que mejor reflejó el espíritu de camaradería en el festival fue cuando a Font se le rompió una cuerda y el bajista del grupo que venía después: The Broducer, enseguida entró al escenario con su bajo para prestárselo, resolver enseguida la situación y que el show continuara sin baches.

De esta forma la siguiente actuación fue la de un trío más: el mencionado The Broducer, un juego de palabras entre los vocablos en inglés “producer” (productor) y “brother” (hermano). Estos “broductores” son un terceto de free-rock contundente y de altos decibeles, un auténtico power trio, que mucho gustaría en un concierto de rock duro y metalero.

Muy bien les quedó la versión que hacen de Frankenstein, la recordada pieza de comienzos de los años 70 de Edgar Winter, traída a colación por el arreglo que hizo de la misma el bajista estadounidense de jazz Marcus Miller.     

Con todo The Broducer sabe pasar por igual a lo sutil y delicado, al blues, o al pop-funk de su pegajoso, alegre y divertido single Patacón con Pernil.

El cierre de la primera jornada del festival correspondió al bajista Avariano y su Trabuco, que comenzó su intervención con una formación de ocho músicos respaldándolo: trompeta, trombón, saxo, teclados, guitarra, bajo, batería (una chica de 17 años) y percusión. 

Luego se sumaron un cuatrista, un maraquero y un violinista.

La propuesta de Michael Avariano se paseó entre el jazz, el funk, la onda nueva, la gaita y el joropo en medio de un ambicioso concepto que busca en lo venezolano, que creo todavía le falta madurar, pero que pinta interesante y va bien encaminado.

El plato fuerte del festival

La segunda fecha del MJF inició en modo blues, la raíz musical afroestadounidense de fines del siglo XIX de la cual salió primero el jazz y en los años 50 el rock and roll.

El Trio Devil Blues (algo así como el trío de blues del diablo, con su simpático logo de unos diablitos Underwood en guitarra, bajo y batería) fue el encargado de ello con un set instrumental.

Estos exponentes maracuchos del mejor blues de los negros de EEUU están capitaneados por el guitarrista uruguayo criado en Maracaibo Gabriel Torres, hijo de la referencial bailarina y docente de ballet  y danza contemporánea Marisol Ferrari.

Pero Gabriel tiene méritos propios y es uno de los grandes conocedores y ejecutantes de blues en Venezuela. Su TDB así lo refleja y su intervención fue una atinada demostración de dominio del género.

Acto que iba a ser seguido (porque hubo un apagón de unos veinte minutos, cuándo no en Maracaibo), subieron a la tarima Los Pachín Brothers del aludido baterista “Pachín”.

Foto: Ivan Emilio

Este octeto de saxo, flauta, teclados, guitarra, bajo, batería,  tumbadoras y percusión menor es otro de los mejores grupos del nuevo jazz maracaibero. Su repertorio fundamentalmente es de versiones de Billy Cobham, Santana, Spyro Gyra, Mike Stern o Chick Corea, de quien interpretaron su pegajosa La Rumba de Armando con la participación de la bailarina de tablao Paola Nava.

Así mismo Los Pachín recrearon uno de los clásicos musicales zulianos: Maracaibo en la Noche, con apoyo visual de videos e imágenes alusivas al típico sector de El Saladillo, el Teatro Baralt, el centro de la ciudad y las características y coloridas puertas y ventanas de sus casas de antaño.

La actuación la terminaron con su Pajarillo Azul y una muestra de buen jazz a la venezolana.

De esta manera para cerrar subió al escenario el plato fuerte de la noche y del evento, la formación más esperada: la Big Band Maracaibo, un bandón de 21 músicos: cinco trompetas, cinco trombones, cuatro saxofones, teclados, guitarra, dos bajistas, batería, percusión y su director con uno de los sonidos más contundentes y macizos que he escuchado.

Lo de esta Big Band son palabras mayores y con un nivel internacional que Caracas, el resto de Venezuela y más allá tienen que escuchar.

El mérito -por supuesto- para su director, el saxofonista Rafael “Rafito” Chacín, quien con mucho esfuerzo, tesón, ensayo y talento logró el afinado, grueso y potente sonido que ostenta su ensamble, cuya trayectoria data de 2010.

Entre otras piezas, la BBM recreó In The Mood de Glenn Miller, Sandunga de Arturo Sandoval, Hey Jude de Los Beatles, Pedro Navaja de Rubén Blades, Jazz Police de Gordon Goodwin, New Rochelle de Bob Mintzer o el Mambo No. 5 de Pérez Prado.

También la Big Band contó con invitados especiales como los mencionados Avariano y Vivanco, mientras que uno de sus trombones es el “Guaco” Norman Cepeda.

Con esta primera piedra, es importante que en el próximo 2026 se haga el II Maracaibo Jazz Festival con más días de música y actividades como talleres, clases magistrales y conversatorios, además de músicos convidados de otras partes de Venezuela y del extranjero.

Igualmente, afinar el concepto de jazz, lograr interesar a un público mayor y sacar el festival a otros escenarios más allá del teatro: como plazas, parques, lugares públicos, y jam sessions en locales nocturnos.

Y adelantar la fecha hacia el 30 de abril para que coincida con el Día Internacional del Jazz.

Lo importante es que ya se comenzó el camino y que Maracaibo tenga ahora un festival de jazz que perdure en el tiempo.

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