El reciente domingo seis de octubre finalizó el III Festival Eurovenezolano de Jazz, que se ha convertido en el gran evento de este género en Venezuela, luego de presentar durante tres semanas (desde el jueves 19 de septiembre) muy buena música en nueve conciertos que se hicieron en Caracas, Maracaibo y Margarita (por primera vez en el interior) con representantes de siete países: España, Francia, Italia, Polonia, Portugal, Suiza y Venezuela.
En esta ocasión destacó la presencia femenina con la cantante portuguesa Paula Oliveira, la saxofonista y flautista española-canaria Alba Gil Aceytuno con el trío Aguayro, la cantante y pianista suiza-japonesa-polaca Yumi Ito, la violinista italiana Anaïs Drago y la igualmente vocalista, pero francesa Camille Bertault.
A ellas se sumaron los nombres del saxofonista polaco Marek Konarski y los venezolanos Alfredo Naranjo y Pedrito López como dúo, el de Manuel Barrios Cuarteto, el pianista Leandro García, la Big Band Banana, la Simón Bolívar Big Band Jazz y Marabones.
También, los músicos extranjeros impartieron varias clases magistrales gratuitas.
Entre telones wayúu y Yoko Ono
Este año no pude ir a todos los conciertos, pero sí estuve en el que se dio en el legendario Teatro Bellas Artes de Maracaibo el jueves 26 de septiembre, que inició el tecladista Enrique Rincón Canaán (Fronterizo) musicalizando en vivo y con buen tino con sus teclados y samplers el show de luces, colores y música que abre cada show en ese recinto, haciendo juego con el hermoso y multicromático telón wayúu (guajiro) de Luis Montiel, inaugurado en 1973.
Luego vino la agrupación zuliana Marabones (por «trombones» en inglés o español), de trombones, trompeta, saxos, flauta, corno y batería, con integrantes sumamente jóvenes (alrededor de 20 años o menos cada uno) y de formación académica.
Los «marabones» marabinos brindaron una presentación apelando en formato instrumental a grandes hits pop de Michael Jackson, Bee Gees, Donna Summer o Queen, pero con interesantes arreglos musicales que permitieron lucirse instrumentalmente a sus integrantes y que mucho gustó por su frescura.
La noche la cerró Yumi Ito, una singular mezcla de Joni Mitchell con Yoko Ono.Yumi tiene una muy buena voz que la usa de forma atrevida e inusual a ratos, como lo que hacía la controversial esposa de John Lennon (o Diamanda Galás y Urszula Dudziak, si se quiere), y que fue lo que más me gustó de su performance, pero apela mucho a la canción con piano y voz lejos del jazz y la experimentación, que me recordó a la canadiense Mitchell en sus primeros años de los 60 y 70, y ahí no me enganchó. En varias piezas la acompañó el guitarrista Alessio Cazzetta, con un buen sonido y efectos interesantes para otra de las partes que me gustaron de lo que este año trajo Suiza para el festival.
Dos jazzistas muy originales
Ya en Caracas, la velada del sábado cinco de octubre, en la Asociación Cultural Humboldt, contempló a la jornada femenina más redonda del ciclo con las intervenciones de Italia y Francia.
Primero la violinista italiana Anaïs Drago, una gran conocedora y experimentadora de su instrumento extrayéndole todo tipo de sonidos y sacándole punta a sus diferentes posibilidades.
No en vano en 2023 y 2024 la referencial revista estadounidense de jazz Downbeat la incluyó entre las estrellas en ascenso en la sección de violín. Asimismo, ha compartido escenario con una de las figuras más importantes del jazz italiano: el trompetista Enrico Rava.
La Drago se recrea en diferentes formatos, pero a Venezuela trajo una particular propuesta de ella sola en el escenario, para abordar y desarrollar una única pieza de poco más de media hora de duración en la que hizo lo que quiso con sus violines.
Tocó el violín formal y el eléctrico acometiendo todo tipo de travesuras, lo utilizó como guitarra e instrumento de percusión, pasó de lo sublime y calmo a lo extravagante e impredecible, se apoyó en algunas pistas y samplers para darle más soporte a lo que tocaba. Al final el público no pudo hacer otra cosa que festejarle y agradecerle semejante demostración.
Los asistentes pidieron «más» y «otra», pero no hubo bis. El show de Anaïs era eso: una sola y extensa pieza variada, vital y sorprendente. De lo bueno, poco. Seguidamente irrumpió la cantante francesa Camille Bertault, cerrando una gira que primero la llevó por Perú, Ecuador y Colombia. Llegó ese mismo día desde Bogotá y, apurada, hizo un único ensayo dos horas antes de la función con su trompetista acompañante: Julien Alour, más tres músicos venezolanos que suministró El Sistema para este recital: el pianista Jesús Milano, el contrabajista Rubén Paiva y el baterista Diego Cabrujas.
Camille es una artista muy completa y versátil que estudió formalmente canto, piano, ópera, teatro y danza.
En escena vierte y se apoya en todo ello con gracia, encanto, histrionismo y versatilidad: canta, rapea, simula el sonido de un saxo con su voz y hace un solo así, se mueve, baila, gesticula y más en medio de un jazz trepidante, moderno y arriba.
El trompetista francés que vino con ella la secunda muy bien, y los tres músicos venezolanos que la acompañaron se lucieron y se compenetraron con su repertorio, como si estuvieran tocando juntos desde hace rato, luciéndose en los solos e intervenciones, sobre todo el pianista Milano.
Sobre esto hay que destacar la formación de los músicos de El Sistema, capaces de acometer cualquier reto musical y salir airosos. Muchos músicos venezolanos han emigrado en los últimos años, mas El Sistema es una cantera de instrumentistas capaz de reemplazarlos uno por uno.
Desde ya esperamos entonces la IV Edición en 2025 de este evento, que acertadamente organiza la Unión Europea y varias de las Embajadas e instituciones culturales del viejo continente en nuestro país.