En un pequeño barco, 11 personas se convirtieron en conejillos de india de una exótico experimento para probar las conductas sexuales y violentas
Santiago Genovés, científico del comportamiento violento, un secuestro lo inspiró a crear una situación, que le sirviera de laboratorio para estudiar el comportamiento humano.
Genovés, le comentó a la BBC su experiencia en aquel secuestro, que luego le serviría de musa para su experimento: «era demasiado bueno para ser cierto. Imagínense la ironía. Yo, un científico que había pasado toda mi carrera estudiando el comportamiento violento, acaba en medio del secuestro de un avión«.
«Toda mi vida he querido saber por qué la gente pelea y entender qué es lo que sucede en verdad en nuestras mentes» indicó.
Santiago Genovés junto al aventurero y etnólogo noruego Thor Heyerdahl se les ocurrió la idea de poner en práctica su plan.
Heyerdahl, había colaborado con él en la construcción de botes de juncos de papiro del estilo de los del antiguo Egipto -Ra I y Ra II-, y había formado parte de la tripulación multinacional que cruzó el Atlántico para demostrar que los africanos podrían haber llegado a América antes que Cristóbal Colón.
Durante esos viajes, Genovés aprendió lo que todo marinero sabe: no hay mejor laboratorio para estudiar el comportamiento humano que un grupo flotando en alta mar.
La casa en el agua «Acali»
Con el mar como el medio aislante perfecto, el antropólogo se puso en la tarea de preparar su experimento, diseñando estrategias para provocar conflicto y herramientas para examinarlo.
En una barca de 12×7 metros con una pequeña vela. La cabina era de 4×3,7 metros de largo,y tanto la ducha como el inodoro estaban al aire libre a plena vista de sus compañeros de tripulación.
Se embarcarían 10 personas para hacer un viaje que duraría 101 días, sin motor, ni electricidad, «ni barcos que la vayan siguiendo, ni vuelta atrás» indicó,
Heyerdahl.
Diez valientes desconocidos
Para encontrar a sus conejillos de indias, Genovés publicó un anuncio en varios periódicos internacionales al que cientos de personas respondieron.
Había elegido a 4 hombres y 6 mujeres, solo 4 de ellos solteros y casi todos con hijos, de diferentes nacionalidades, religiones y contextos sociales, seleccionados «para crear tensiones en el grupo».
Sexo, adentro y afuera
Junto con Acali zarpó también la imaginación de la opinión pública, instigada por la prensa.
A pesar de no tener las cámaras que años después mostrarían todos los detalles de situaciones similares en reality shows, los medios aprovecharon para crear historias titilantes basadas en pocos minutos de contacto radial con la barca.
Con titulares como “Las orgías en la balsa del amor”, artículos como “El secreto de la balsa de amor” -que hablaba de un supuesto código radial secreto de SOS por si había problemas en la “balsa de la pasión”-, y hasta un escrito dedicado al hecho de que el capitán usaba un bikini, hicieron que el proyecto de Genovés se empezara a conocer como “la balsa del sexo”.
Y aunque la realidad a bordo no era como la pintaban los diarios, las relaciones sexuales estaban muy presentes en el menú de experimentos preparado por el antropólogo.
“Estudios científicos con simios han demostrado que hay una conexión entre la violencia y la sexualidad, donde la mayoría de los conflictos entre machos son consecuencia de la disponibilidad de las hembras que están ovulando.
Para verificar si es igual entre los humanos, he seleccionado a participantes que son sexualmente atractivos.
Y como el sexo está ligado a la culpa y a la vergüenza, dispuse entre ellos a Bernardo, un cura católico de Angola, para ver qué pasa”.
En la balsa, aunque varios miembros de la tripulación tuvieron relaciones sexuales, ese aspecto de la conducta humana no generó tensiones u hostilidades que valiera la pena recalcar, a menos quizás de que se tenga en cuenta la incomodidad que sintieron los integrantes al descubrir, al final del viaje, la narrativa lasciva de los tabloides sobre la expedición.