Más que un plato, la hallaca es la protagonista de la Navidad venezolana. Aunque la base de maíz, el envoltorio en hojas de plátano y el pabilo son universales en el país, el «multisápido» —como la bautizara el expresidente Rómulo Gallegos— esconde secretos geográficos que dividen y unen a las familias venezolanas en cada bocado.
A medida que se acercan las festividades, exploramos las sutiles pero profundas diferencias que hacen de cada hallaca una pieza única de artesanía culinaria:
La Hallaca Caraqueña: El equilibrio dulce-salado
Es, quizás, la más compleja por su contraste de sabores. Se caracteriza por un guiso de tres carnes (res, cerdo y pollo) y un marcado toque dulce aportado por el papelón y el vino tinto. Su adorno es generoso: almendras, alcaparras, aceitunas, pasas, aros de cebolla y pimentón.
La Hallaca Andina: La tradición del guiso crudo
A diferencia del resto del país, en los estados Táchira, Mérida y Trujillo, el guiso se suele colocar crudo sobre la masa antes de hervir la hallaca, lo que resulta en un sabor más concentrado y una textura única. Es común encontrar garbanzos en su interior, un ingrediente que genera debates apasionados entre los puristas de otras regiones.
La Hallaca Oriental: Aroma a mar y tierra
En las costas de Anzoátegui, Sucre y Nueva Esparta, la hallaca recibe la influencia del Caribe. Es común ver ruedas de papa y de huevo sancochado como adorno. En algunas zonas pesqueras, el guiso de carne se sustituye o se complementa con pescados o mariscos, como el cazón.
La Hallaca Llanera: Sencillez y carácter
La versión de los llanos venezolanos es más simplificada pero contundente. El guiso suele ser similar al caraqueño pero menos dulce, resaltando el sabor de la carne de res y el cerdo. En algunos casos, se incluyen variantes silvestres de la región y suele tener un toque más picante.
La Hallaca Zuliana: El color del plátano
En el estado Zulia, la creatividad se desborda al punto de sustituir, en ocasiones, la masa de maíz tradicional por una masa de plátano verde rallado, lo que le otorga un color oscuro y un sabor ligeramente amargo y único que contrasta con el guiso de carne.
«La hallaca es la expresión más perfecta de la síntesis cultural venezolana: la hoja indígena, la masa del maíz autóctono y los aliños e ingredientes que llegaron de Europa y África», afirma un especialista en gastronomía local.
A pesar de estas variaciones, todas las hallacas comparten un ingrediente inamovible: la reunión familiar. La «producion en cadena» donde los abuelos limpian las hojas, los padres hacen el guiso y los jóvenes amarran, sigue siendo la tradición más viva de Venezuela.






