En un informe publicado este miércoles, The Wall Street Journal reveló que la salida en octubre del almirante Alvin Holsey, ex jefe del Comando Sur y responsable de las operaciones militares estadounidenses en el Caribe, no fue una jubilación voluntaria, sino una renuncia forzada bajo la presión directa del secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth.
De acuerdo con dos funcionarios del Pentágono citados bajo condición de anonimato, Hegseth exigió la dimisión de Holsey tras meses de tensiones. El almirante había manifestado su rechazo a los bombardeos letales contra botes acusados de transportar drogas en aguas caribeñas, operaciones que —según juristas y organismos internacionales— constituyen crímenes de lesa humanidad.
Holsey cuestionó abiertamente la legalidad de bombardear embarcaciones sin pruebas concluyentes y denunció que parte de las acciones escapaban a su control directo. Su postura lo enfrentó con Hegseth, quien, en un gesto autoritario, le espetó: “O estás en el equipo o no. Cuando recibas una orden, actúa con rapidez y no hagas preguntas”.
La presión fue insostenible. Poco después, Hegseth anunció públicamente la “retirada” de Holsey, ocultando que se trataba de una destitución forzada. Paralelamente, el secretario sospechaba que Holsey era la fuente de filtraciones a la prensa, lo que terminó de quebrar la confianza entre ambos.
El informe del WSJ intensifica las dudas sobre la legitimidad de los ataques estadounidenses en el Caribe, ejecutados bajo el pretexto de combatir el narcotráfico y de presionar al Gobierno venezolano. Las operaciones han dejado un saldo de muertes que, según expertos, configuran violaciones graves al derecho internacional.
Mientras tanto, Hegseth acumula problemas legales y políticos. Además de su responsabilidad en los ataques, una investigación interna del Pentágono lo halló culpable de utilizar la aplicación Signal en su dispositivo personal para transmitir información confidencial sobre operaciones en Yemen, poniendo en riesgo a las fuerzas estadounidenses.
La actuación de Hegseth, marcada por la irracionalidad y el desprecio a las normas internacionales, lo coloca en el centro de un escándalo que amenaza con escalar en los próximos meses.






