Hace un mes recibimos la triste noticia de que se apagó la respiración de uno de los hombres capaces de acercar y articular a los diferentes en una sociedad enferma de polarización.
Los recelos surgidos de la diatriba política, esa misma que separó amigos, familias, destruyó empresas y logró colocar en aceras distintas a quienes habían caminado juntos, encontró en Elías Santana a un adversario.
Un adversario firme, tan firme que jamás respondió con las mismas armas que lo agredieron. Siempre logro evadir la tentación de ripostar con la virulencia con la que fue confrontado.
¿Que no confrontó? ¡De bola que confrontó! Quien no lo ha hecho en la Venezuela del último cuarto de siglo no ha vivido en este país. La diferencia que marcó Elías fue que confrontó desde la altura y la estatura del que cree en la necesidad de que los distintos puedan encontrar espacios comunes para lograr avanzar.
Hoy que se cumple un mes de no tener a Elías Santana en las reuniones, calles, condominios, en la línea telefónica, en su programa de televisión y por ello hay que repetir lo dijimos cuando nos enteramos de su partida.
Será siempre un tipo con una sonrisa en el rostro y una palabra bonita para alegrar a la gente.
Será siempre una puerta abierta para buscar soluciones que involucren a todos. Una frase de buen humor para enfrentar la adversidad con valentía y compromiso.
Así será siempre, Elías.
Elías Santana, Don Quijote del la lucha ciudadana en Venezuela.
Siempre peleando contra los reales gigantes del poder. Esos que no cesan en su empeño de moler con sus aspas a las mayorías.
Sí, a esas mayorías que sigues defendiendo desde la vanguardia de la responsabilidad que se vestía con tu coherencia en la lucha por los derechos de la gente en cualquier espacio.
Ahí parado en tu esquina, con tu sociedad civil sin huir del combate que te planteaba el poder.
Podría decir muchas más cosas, pero te confieso… me siento triste. Puede que te falle, he llorado, siento las fauces de una fiera mordiéndome en el corazón del alma.
Pero me empino para recordarte con tu sonrisa grande y decir que lo único que te faltó para ser perfecto fue ser fanático de los Cardenales de Lara, porque amamos a la capital del universo como llamabas a nuestro Barquisimeto. Tranquilo, siempre te perdoné ser tiburón.
Hoy solo te puedo definir como lo que eras, un hombre bueno. ¿Para qué decir más? Cuídanos. Buen viaje. mi pana, aquí te quedas con nosotros.






