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viernes, 05 diciembre, 2025
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Ramón Guillermo Aveledo: ¿Qué me lleva a pensar que, si no voto hoy, estoy reclamando el voto que me desconocieron el #28Jul de 2024?

"Yo sí voto", afirma el dirigente político. Para un poder que se sabe minoritario, afirma, la abstención es perfecta. Texto, fotos y videos: Vanessa Davies

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Si los atardeceres son despedidas, entonces pareciera lógico que Ramón Guillermo Aveledo, nacido en la ciudad donde el sol se marcha con belleza, sea un dirigente político con muchos ex, que es una forma de dejar atrás: exparlamentario, expresidente del Congreso, excoordinador de la Mesa de la Unidad Democrática, expresidente de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, exsecretario privado del presidente Luis Herrera Campíns, expresidente de VTV.

No hay ex, sin embargo, para su convicción de que la gente debe salir a votar en las próximas elecciones del 27 de julio. Y está dispuesto a pagar el precio de los ataques en redes sociales contra quienes llaman a sufragar con decisión.

-Doctor Aveledo, hablamos sobre descentralización y evidentemente hablando de la descentralización se toca el tema electoral, porque estas son elecciones en las que la descentralización pareciera estar en juego. ¿Lo ve así?

-Sí, sí lo veo así. Lo veo así porque hay una manera de apoyar la descentralización en sí, que es mostrando la importancia que tiene. El estado federal y descentralizado que consagra la Constitución no es solo una cosa que está en la Constitución de 1999, sino que es el fruto de muchos años de insistencia por parte de los venezolanos; sobre todo, de los venezolanos del resto del país, de las regiones. Aquí en Caracas les gusta decir del interior, como si Caracas fuera el exterior. Pero los que somos de las regiones, somos de las regiones y siempre sentíamos los problemas y los rigores del centralismo en todos los ámbitos. Entonces, siempre usted iba a encontrar en cualquier parte del país, por un lado, como un resentimiento hacia el centralismo; y por otro lado, el deseo de afirmación de la autoridad local y de que hubiera una instancia de gobierno efectivamente más cercana a los problemas y a la gente que lo sufre, ¿no? Eso está consagrado en la Constitución, por cierto, espléndidamente. La Constitución de 1961 era muy flexible y pudo adaptarse a eso, pero esta, la del 99, consagra con mucha claridad las competencias estatales, las municipales, la nacional y las concurrentes. Y además, me parece muy interesante que la Constitución dice que la descentralización es una política nacional y es una estrategia nacional.

-Pero no es así lo que estamos viviendo.

-Ah, bueno, en eso, como en otras cosas, hay una brecha entre la Constitución y la realidad. Siempre la hay en todas partes, pero en este caso es una brecha muy acentuada, y además es una brecha con intención, porque claro, la descentralización es una redistribución de poder. Y toda redistribución de poder implica que hay alguien que va a tener que ceder poder para que otro tenga. Eso naturalmente genera una tensión, no lo podemos nunca negar Ahora, cuando coincide eso con una mentalidad, una noción del poder que es concentradora, centralizadora, pues entonces el problema es mayor. A tal punto que tuvimos hasta no hace tanto esta figura absurda de los protectores.

-¿Cómo la califica?

-Bueno, es absurda porque no solo que es inconstitucional, sino que es ilógica. Se decide proteger a la gente de la gente, es decir, de la decisión que la propia gente tomó. Es como una especie de tutoría, ¿no? Es decir, yo soy el que sé qué es lo que te conviene. Tú no lo sabes. Entonces, como tú decidiste mal, yo te protejo de ti. Yo te protejo de ti. Es una cosa ilógica, ¿no? En ese sentido, en esta elección sí, eso está en juego. Pero además yo no creo que esté en juego una cosa nacional: que si se legitima el gobierno, o si no votando se delegitima el gobierno, esa me parece que es una manera centralista de verlo, y centralizadora de verlo. Al final, ¿quién me gobierna a mí aquí? Es decir, ¿cómo hago yo para que en el poder cercano a mí yo tenga más incidencia, más influencia? Yo soy habitante del municipio Libertador. Yo soy habitante de Libertador. Vivo allí desde el año 1979. Recién casado. Bueno, antes vivía en Santa Mónica, por cierto. Yo soy vecino de allí. Y veo el contraste que hay entre Libertador y el resto del área metropolitana. Y uno dice: «Este municipio tiene el apoyo del gobierno nacional, y es mucho más grande, y tiene muchos problemas, pero nada funciona. ¿Por qué? Porque ese gobierno no se siente responsable de nosotros, se siente responsable ante las autoridades más arriba, ¿no? Entonces, para mí es muy claro que sí, que hay que procurar fortalecer la descentralización, no solo porque está en la Constitución, sino porque es lo que nos conviene.

-Pero, ¿cómo se fortalece la descentralización en lo práctico?

-En lo práctico lo primero es que mucha gente vote. En la medida en que las autoridades municipales salgan con una votación mayor, se demuestra su fortaleza y se demuestra la importancia que tienen esas autoridades para la gente. Si a nosotros, a los ciudadanos, nos interesa que el poder más cercano a nosotros tenga fuerza, entonces nos interesa fortalecerlo, independiente de la preferencia política de cada quién. Es independiente. A lo mejor si yo estuviera en otro municipio del país donde hubiera una gestión de un alcalde del Polo Patriótico que a mí me pareciera, pues a lo mejor lo consideraría. Usted dirá, «bueno, pero no es el caso, usted es opositor”. Sí, es verdad. Pero un ciudadano corriente, en Libertador, ¿con qué argumento votaría yo porque sigan los que están? Eso no podría hacerlo, ¿no? Ahora, visto en perspectiva nacional, yo creo que lo importante es que la gente vote para fortalecer el municipio, para que esas autoridades tengan el refuerzo. ¿Es posible que haya otras instancias de participación más abajo del municipio? Sí. ¿Que esas instancias sean unas comunas que dependan de un ministerio del poder ejecutivo nacional? No. ¿Por qué? Porque si es verdad que es bueno que haya más participación, pero la participación tiene que ser libre, como lo dice la Constitución, como lo dice el sentido común. Tiene que ser voluntaria, es lo que la gente quiera hacer, y eso es en sí mismo muy importante. No es que estoy en contra de que haya unos niveles de participación por debajo del municipio. Pero debe ser libre.

-¿Hay más incentivos ahora para acudir a este proceso electoral? Porque pareciera haber menos.

-¿Por qué la gente está apática? Yo sí creo que, comparado con la elección de gobernadores y legisladores nacionales, en este proceso hay más interés, porque es más clara la relación directa con las autoridades locales, ¿no? Sí, me parece que eso es así. Creo que olvidarse de los estados y de la Asamblea Nacional era un error. Al elector que prefirió la abstención en ese momento lo respeto, pero creo que se equivocó. Sin embargo, esta vez siento que está más claro. Claro, en un país tan presidencialista como Venezuela, que es más presidencialista que la Constitución… Los venezolanos son más presidencialistas que la Constitución, para que usted sepa. La Constitución es presidencialista, pero los venezolanos somos culturalmente muy presidencialistas. Entonces, cuando no está en juego la presidencia, lo demás no importa tanto. Y es un error. Porque para que el Estado como conjunto funcione, hace falta que cada nivel del poder público y cada órgano del poder público tenga la fuerza, y la primera emanación de legitimidad para esa fuerza es el voto, es la participación, el respaldo de los ciudadanos. Yo tengo la impresión de que en esta dirección puede haber más interés que en la inmediatamente anterior, evidentemente menos interés que en la nacional, eso lo comprendo. Pero siento que puede haber más interés. ¿Usted me dice “el suficiente”? No estoy seguro. Ojalá, pero no, porque uno siente mucha apatía, mucha frialdad. Una frialdad, fíjese usted, que el propio poder estimula. El gobierno no hace nada por animar la votación, porque al gobierno le conviene un proceso electoral desanimado en el cual una minoría controle todo el poder.

-Y si la gente se percata de eso, ¿por qué no hace algo?

-No sé si se percata. No sé si se percata. Yo comprendo que hay una decepción después del año pasado, ¿no? Ha rebrotado con mucha fuerza eso de “caramba, pero si no me reconocen mi voto, ¿para qué voy a votar?”. Eso estimula el desaliento, estimula la abstención, y termina siendo una especie de coartada el decir a la gente “es que es tu forma de protestar, tú te abstienes y de esa manera les demuestras a ellos”…

-¿Efectivamente la abstención tiene ese efecto?

-Yo creo que no. Recuerdo mucho cuando yo estaba muchacho, y oía una cosa que era un dicho muy característico; las muchachas decían «interpreta mi silencio”.  Así. Yo creo que es mala idea, en política, hacer que se interprete el silencio, porque la interpretación del silencio depende del intérprete. El intérprete interpreta según su interés. Si a mí lo que me interesa es que tu silencio sea como una afirmación, como que no te importa que yo siga aquí, pues entonces lo interpreto así, como una conformidad. Durante muchos años era una interpretación válida en la ciencia política en que la abstención significaba conformidad, un “me da lo mismo los que estén ahí”. Y claro, para alguna gente lo es. Pero para el grueso de las personas en realidad no lo es. Unos lo hacen por decepción pura y simple, y otros, por la frustración de sentir que su voto ha perdido valor.

-¿La abstención motoriza algo, genera algo?

-No, no, no.

-¿Genera un cambio, genera reflexión en el poder?

-No, yo no creo. Arriba es celebrada, porque si yo veo las encuestas y sé que la gente está abrumadoramente descontenta, pues prefiero que no voten. Para un poder que se sabe minoritario, la abstención es una ventaja. De ninguna manera genera la reflexión; al contrario. Y pensar que eso puede ocasionar una debilidad y una deslegitimación, bueno, eso no tiene comprobación experimental. Lo que es experimental y comprobable es que no lo genera.

-Doctor Aveledo, usted hablaba de que la descentralización implica compartir el poder, espacios de poder. ¿Usted vería al oficialismo ganado como para eso en este momento?

-No, no lo veo ganado para eso. Lo veo muy defensivo, muy atrincherado, pero no lo podremos probar si no lo intentamos. Si el poder municipal es muy débil no solo tendrán un pretexto para no compartir el poder, sino que tendrán un pretexto para más bien avasallarlo más, y tomar el camino de versiones que no son pluralistas, que no reconocen la diversidad que hay en la sociedad, ¿no? Ya no hablando de mayoría y minoría. Lo central aquí en este argumento es que hay una visión del poder que reconoce que la sociedad es plural, es diversa y que tiene que producir equilibrios; eso, de Aristóteles para acá, es una cosa asentadísima en el conocimiento político. Y hay otra visión del poder que más bien piensa que los que tenemos razón somos nosotros, y somos sabemos qué es lo que le conviene a la gente. Si somos más, decimos «en nombre del pueblo». Y si somos menos, «es que el pueblo no sabe». ¿Está consciente? Estoy consciente yo, y listo.

-¿Esta es una oportunidad de poner eso a prueba, si la gente vota masivamente?

-Yo estoy convencido de que sí. Estoy convencido de que sí, porque en otros aspectos ese poder que se siente omnipotente en realidad es impotente, porque hay muchas cosas que no puede hacer. Si el poder se diera cuenta del buen negocio que sería respetar la Constitución, y que cada quien tenga las competencias y atribuciones que le tocan, habría el camino para lo que conviene. Porque vamos a estar claros, lo que conviene es una Venezuela donde todos nos reconozcamos. Lo que de verdad ha fracasado en Venezuela no es una ideología. Lo que ha fracasado es la intención unilateral, la idea de que puede gobernarse con prescindencia de todos los demás. Es decir, cuando había una mayoría muy grande que apoyaba al gobierno, ese 20 % que no estábamos de acuerdo no éramos prescindibles, no éramos ignorables. Bueno, ahora es al revés, y es igualmente quimérico pretender que puede gobernarse ignorando a la mayoría de la población.

-¿Esa idea de no prescindencia se podría combatir o replantear con una votación masiva?

-Yo sí lo creo. No creo en cosas automáticas, pero ¿qué cosas tenemos los ciudadanos? Los ciudadanos tenemos el camino de la opinión, el camino del voto, el camino de la protesta pacífica. Caminos lícitos. La opinión, sabemos todos los problemas que tiene: la gente está asustada de opinar, y los que transmiten la opinión están asustados de transmitirla. ¿Y cómo no van a estar? Mucha gente aquí es muy valiente, pero con la testosterora ajena. Hay gente muy valiente, pero que otro corra el riesgo. Entonces, está difícil la opinión, está difícil la manifestación, la protesta pacífica. Bueno, ¿qué nos queda? El voto, que es secreto. Entonces se dice «pero van a hacer trampa y no van a reconocer.» Bueno, pero y si no voto no me lo roban, es verdad, pero lo regalo. Me pueden decir “usted en el 2018 y en el 2020 no votó? Sí, es verdad. Claro.¿Y qué gané no votando? Cuando uno se da cuenta de que mete la pata, hay gente testaruda que dice “lo sigo cometiendo, porque eso es ser consecuente.» Sí. Y otra gente plantea “si me doy cuenta de que estoy equivocado, cambio de opinión”.

-Hay gente que dice “ya yo voté el 28 de julio”.

-Sí, claro. Yo también voté el 28 de julio, para otra cosa. Yo sé lo que pasó el 28 de julio, y hablé a favor de ese voto. Pero estamos en ootra cosa. ¿En qué ayuda a que me reconozcan el resultado del 28 de julio el que yo no vote ahora? ¿Qué mecanismo intelectual me lleva a mí a la conclusión de que si yo no voto hoy, estoy reclamando el voto que me desconocieron el 28 de julio del año pasado? No entiendo la lógica de eso, porque fíjese usted, para el año pasado había muchísimas restricciones y muchísimos condicionamientos. En la primaria no voté por la candidata que ganó la primaria, pero fue la que ganó. No pudieron postularla, pero además terminamos postulando una tercera opción, una persona que yo estimo y aprecio personalmente mucho. A muchos sitios no lo invitaban a hablar, en muchos medios no podía aparecer, y difícilmente podía ser mencionado. Y sin embargo, pasó lo que pasó. A nosotros no se nos ocurrió en ese momento decir “para protestar todos estos abusos no vamos a votar”. Fue al contrario.

-¿Ese mismo razonamiento habría que aplicarlo ahora?

-Me parece a mí. Porque lo que yo no entiendo es que, para proteger ese voto de entonces, ahora no votemos. Eso no me parece a mí que es práctico. Y mire que yo he estado lejos de ponerme en un debate entre opositores, porque a mí me parece que el mejor regalo que se le puede hacer al grupo en el poder es un pleito entre opositores que votan y que no votan. Yo, como te digo, a los que no votan los respeto, pero están equivocados. Ahora, yo sí voto, y me arriesgo a todos los insultos de este mundo. Me dicen las barbaridades más grandes que me dicen que en las redes. Pero además lo que yo estoy sosteniendo es lo que yo creo: un cambio pacífico, democrático, constitucional y electoral.

-Volviendo a la descentralización, ¿la gente se ha separado de lo que implica la descentralización y no ve que en una elección como esta la descentralización se vuelve a poner en juego?

-Hay gente que sí, hay gente que no. Siento que la gente le da más valor al poder local, ¿no? Le da más valor. Hablo con candidatos a alcaldes y me dicen que sienten un ambiente favorable, de interés. Vamos a ver, vamos a ver. Creo que hay una parte de la población que tiene conciencia y está dispuesta a votar, porque lo valora. Esa es la descentralización en sí misma, y el hecho de que el municipio es lo que tengo muy cerquita, y es más fácil influir aquí en el municipio que a escala nacional. Hay una gente que siente lo mismo, pero que tiene otros ingredientes en su razonamiento, bien sea un ingrediente psicológico de decepción, de frustración, “para qué voy a votar si no me van a hacer caso”. O el que dice «la manera de protestar es esta». Y hay un grupo de gente a la que no le importa, que lo que le importa es lo nacional.

-El oficialismo está intentando tomar municipios opositores por la vía del voto. Si la gente vota, ¿esto podría disuadir?

-Creo que hay una parte del oficialismo a la que le interesa el poder nacional y piensa que los poderes regionales y locales los puede mediatizar, tiene esa idea. Y otra parte del oficialismo que atiende más a una clientela partidista, y entonces va a haber más para todos: como no todo el mundo cabe en el gobierno nacional, entonces vamos por los municipios. Recuerde usted que en la pasada elección municipal los municipios dirigidos por alcaldes no chavistas eran 29, y vino la elección y fueron 115. Es decir, que hay 90 municipios en donde gobernaban los chavistas y dejaron de gobernar. Eso significa muchos que no pudieron estar en el gobierno. Esa visión clientelar del poder municipal y básicamente instrumental, “que sea para nosotros”, impera en una parte del oficialismo, no tengo ninguna duda.Yo, como elector raso de Baruta, Maracaibo, Chacao, El Hatillo, de los 115 municipios pensaría, ¿cómo me va mejor? ¿Qué es lo que más me conviene? ¿Cómo les va a los que están en municipios gobernados por el oficialismo? Bueno, pregúntenme a mí, en Libertador. ¿Cómo me va? Aquí se quejan de lo que pagan por el aseo urbano. Ajá. Yo quisiera saber cuándo pasa el aseo urbano por mi casa, porque yo no sé cuándo pasa. A cualquier hora, de repente unos tipos gritan “aseo, aseo» a la hora más insólita, el día más más inesperado. Yo no veo nunca un Policaracas. Hay problemas con la pavimentación de las calles. El ciudadano tiene que sacar la cuenta. Ajá, okey, tú me estás dando todos esos argumentos nacionales, pero ¿qué es lo que me conviene a mí? A mí aquí, en mi municipio. ¿Qué es lo que me conviene?

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