La Fundación Ecobrión sigue promoviendo las rutas ecoturísticas Boske Azul y Avisthadas, así como apoyando a cuatro prestadoras de servicio turístico y a 14 guías ambientales. Investigadores del IVIC y de la USB les dan la razón en su empeño por preservar este ecosistema que necesita mayor protección
Cuando te bajas del autobús en Carenero -lugar en el que te dejó una operadora turística como Ireranis Tours, sensibilizada con el ambiente- ya decidiste entre playa y laguna. El humedal marino-costero Laguna La Reina, en Higuerote (Miranda) te espera con sus secretos que poco a poco empiezan a ser revelados por el tesón del equipo de la Fundación Ecológica Ecobrión. Ya la ciencia sabe que los humedales «chupan» los gases de efecto invernadero; es decir, que ese ecosistema por el cual la gente pasa de largo en su camino a playas como Puerto Francés o Chirimena es un salvavidas para la humanidad.
Permanecer de espaldas a la laguna parece lo más fácil. Es lo que ha ocurrido en estas comunidades y en los visitantes que la toman por basurero o por «peladero» en el cual construir. Mirarla de frente es constatar su esplendor. Este 2 de febrero es el cumpleaños de lugares como la Laguna La Reina, Día Mundial de los Humedales, donde la vida palpita a cada paso.
Bárbara Ordóñez, presidenta de Ecobrión, es una ingeniera que ve en la naturaleza el aire puro y el presente de la humanidad. Ecobrión ha logrado mantener las dos rutas ecoturísticas Boske Azul y Avisthadas, en la que se muestran las capacidades de este humedal como sumidero de carbono y se disfruta de la presencia de aves. Claudio Ordóñez, vicepresidente de la Fundación, aclara que hay unas 190 especies.
Un paseo por el oxígeno
Un humedal tiene varios subsistemas, y todos son importantes. La laguna se nutre del agua dulce del río Curiepe y del agua salada del mar. Ahora está más salada, lo que afecta la restauración de los manglares.
Las rutas de Ecobrion comienzan en la llamada zona de transición, ubicada en playa Valle Seco; justo, en el quiosco de Francia, una de las beneficiarias del proyecto propuesto por la fundación para el Programa de Pequeñas Donaciones del Fondo para el Medio Ambiente Mundial. Son cuatro, en total: Francia, Santia, Élide y Antonia.
Este sábado 1 de febrero se encontraban en ese punto, a las 9:00 am, estudiantes de la Universidad Simón Bolívar que ponían en práctica su servicio comunitario, acompañados por los profesores Adrián Randon, geofísico de esta casa de estudios; y Guillermo Centeno, jefe del laboratorio de tecnologías químicas marinas del centro de oceanología y estudios antárticos del IVIC.
Ordóñez, una vez que el grupo pasa de la zona de transición a la laguna, propone -como parte de la ruta Boske Azul- respirar el aire de ese lugar, que en nada se parece a lo que hay en las ciudades.
Con un guía experto como Inés avanza el recorrido. Y Bárbara Ordóñez precisa cómo realizan la regeneración activa de manglares.
Randon explica que en un sitio como la Laguna la Reina hay fauna y flora «que van capturando el carbono del agua y del aire, y con ello van creciendo». Las cuatro especies de manglares presentes hacen mucho, pero no son los únicos héroes de este juego. Su acción contra el cambio climático se suma a la de los foraminíferos, que capturan el carbono para elaborar sus conchas: «Pueden representar hasta 25% del carbono capturado». Son varios factores los que logran que los humedales costeros hagan la captura del carbono, reconoce el científico.
Hace 16 años una persona quiso construir en la laguna. La familia Ordóñez -liderada por Ana de Ordóñez, mamá de Bábara y Claudio y el punto de partida de esta lucha por el ambiente- se enfrentó a este proyecto y luchó para que este ecosistema tuviera protección. Es así como un decreto municipal le otorgó el estatus de patrimonio municipal en 2009, y una ordenanza lo reconoció en 2021.
Con el apoyo de investigadores del IVIC comenzaron a restaurar el manglar, hasta lograr plántulas de metro y medio o más. Ahora, uno de los proyectos de Ecobrión será el de conseguir madrinas y padrinos de manglares que ayuden a sembrarlos y mantenerlos.
Aves que son hadas
En la ruta Avisthadas las aves son las protagonistas. Claudio Ordónez detalla que hay mejores horas para la observación, como las mañanas temprano y el atardecer. Los flamencos, que estaban de paso, decidieron quedarse este año, comenta Bárbara.
Pequeños niños observadores de aves del Colegio Unidad Educativa Barlovento también se incorporaron a los recorridos este sábado. Lo hicieron con sus maestras, las profesoras Margery Palacios (coordinadora de educación inicial y primaria) y Yennifer Colina, docente de tercer grado.
«Somos un colegio que, entre sus pilares, tiene el ambiente», dice Palacios. «Damos charlas a nuestros estudiantes», destaca Colina.
Centeno, por su parte, precisa que es «sumamente importante que los agentes del Estado tengan sensibilidad» para la protección de estas áreas. Ya está demostrada «la importancia de estos ecosistemas no solo para Venezuela, sino para todo el planeta» porque son sumideros de carbono.
Directo al corazón
Dicen que los disparos más certeros van directo al corazón. Ecobrión, en sus rutas ecoturísticas y como parte de la labor de conservación, llega al corazón de la laguna.
Primero hay que quitarse zapatos y pantalones, y quedarse descalzo, en medias o con zapatos especiales para el agua.
Después, se comienza a caminar por una zona donde los pies se hunden en el barro, se avanza entre manglares y agua y, finalmente, se llega a un lugar mágico en el que es posible bañarse, respirar y reencontrarse con el trocito verde que todos llevamos por dentro. Este es el corazón de la reina, en el cual el profesor Randon aprovechó para enseñar a sus alumnos cómo tomar la muestra de suelo.
Coronando la reina
Coronando la reina es el proyecto con el que Ecobrión va a comercializar las rutas ecoturísticas Boske Azul y Avisthadas; va a fortalecer el trabajo de cuatro prestadoras de servicios turísticos y va a formar a unos 14 jóvenes como guías turísticos, enumera Bárbara Ordóñez.
El recorrido termina en el quiosco de Francia, donde ella y su esposo ofrecen las otras maravillas de La Reina: los alimentos que de ella se obtienen, y con los que elaboran cestas de plátano rellenas de ceviche, tacos de pescado y un exquisito antipasto de guacuco. La meta es que la gastronomía sea otra razón para visitar la laguna.
Extinciones masivas
Obtener el estatus Ramsar (que Laguna La Reina sea un humedal designado como área de importancia internacional) y una figura de mayor protección por parte del Ministerio de Ecosocialismo son, también, metas que se propone Ordóñez.
«La conservación de los humedales como la Laguna La Reina es importante», defiende Randon, porque ayuda a capturar el carbono que permite extender la vida y las condiciones del planeta. «Al planeta no le importa que nosotros contaminemos; es a nosotros a quienes nos importa, porque la naturaleza ha tenido procesos de extinciones masivas, y se ha vuelto a recuperar. Nosotros seríamos la causa del próximo evento masivo, que nos perjudica a nosotros porque terminaremos desapareciendo» y por eso es que la preservación de la naturaleza es una forma de salvaguardar la humanidad.
Terminan las rutas ecoturísticas y hay tiempo para un rato de playa en las tibias aguas de Valle Seco. Regresa el autobús para Caracas, pero el corazón se quedó en el corazón de La Reina