El teléfono sonó y todo estaba oscuro, solo la luz del aparato servía de guía para ver su ubicación. No había lentes pero logré ver quien llamaba: «hola, pasó algo», alcancé a decir preparando el corazón para una mala noticia.
«Jefe, se fue la luz en todo Chacao dicen. ¿Por tu casa hay luz?», me dijo la voz de una de mis compañeras de trabajo.
Chequee y confirmé la información. Le respondí y le dije que estaríamos en contacto por si persistía la falla. Era cerca de las 5 de la mañana.
Son las 7 siete suena despertador y persiste el apagón y confirmo que es de carácter nacional. No hay X, la conexión a internet es errática. Tengo poca pila y escribo al grupo de trabajo: todos muy atentos. Lo que pase en su entorno es noticia.
En el Chacao que estás más hacia el oeste la vida parecía casi igual, el Metro está cerrado. Algunas personas llegaron a sus negocios, abrieron y se sentaron al frente a ver qué pasaba. Otros simplemente no llegaron.
Las tascas mantenían la rutina, complicada «por la falta de luz», pero recibiendo a proveedores, limpiando el local, trasladando las cajas de cervezas y de vez en cuando el grito: «No abras mucho tiempo la nevera».
Los negocios que tenían planta eléctrica la activaron y abrieron sus puertas y comenzaron funcionar con la normalidad que era interrumpida por una rutina de los consumidores afectada por la falta de electricdad que complicaba la movilización.
Las cadenas de farmacias y de automercados ya están preparadas para estás contingencias y abrieron sin problemas para recibir a mayor cantidad de clientes que buscaban abastecerse por si el apagón pasaba a mayores.
Era de día de pago, es decir que había liquidez para comprar, sobre todo enlatados y alimentos no perecederos.
No faltó el que puso música a un buen volumen y salió a la calle donde se encontró con otros vecinos y se oía comentar: «De qué tamaño será iguana o el «rabipelao» que tumbó la luz en todo el país».
La electricidad llegaba de ratos en algunas zonas de Chacao en otras solo llegó alrededor de las tres de la tarde y lo percibimos en el recorrido porque los semáforos se encendieron.
El internet brillaba por su inestabilidad hasta cerca de la seis de la tarde cuando mejoró la conexión.
Hacia el final de la tarde la avenida Francisco de Miranda recuperaba «la normalidad», con menos volumen de lo habitual en un viernes por la tarde. Pero es que el viernes 30 de agosto de 2024 no fue un viernes normal en Venezuela.