La depuesta primera ministra de Bangladés, Sheikh Hasina, ya lo advirtió días antes de verse obligada a dimitir y abandonar el país este lunes: los manifestantes estaban intentando forzar una situación como la que obligó hace dos años a huir de Sri Lanka al expresidente Gotabaya Rajapaksa.
La advertencia, convertida en profecía, se basa en una comparación que va más allá de las similitudes superficiales sobre los meses de protestas que sacudieron ambos países asiáticos, o las imágenes de manifestantes triunfantes en las residencias oficiales tras derrocar a los líderes.
Protestas encabezadas por estudiantes bangladesíes
Las protestas estudiantiles en Bangladés arrancaron a principios de julio para exigir el fin de unas cuotas al empleo público que consideraban discriminatorias, en uno de los países más pobres del mundo.
Pero las manifestaciones desembocaron en violencia entre la represión de las fuerzas de seguridad con el apoyo de los seguidores de la Liga Awami de Hasina, dejando ya más de 300 muertos.
El Tribunal Supremo del país asiático dio la razón a los manifestantes, y obligó al Gobierno a reducir el 30 % de las cuotas que venía reservando a los descendientes de los luchadores por la libertad en la guerra de liberación de 1971.
Sin embargo, ante la dura represión, los estudiantes se negaron a desconvocar las protestas y acabaron exigiendo la dimisión de Hasina, que obtuvo un cuarto mandato consecutivo en las elecciones del pasado enero, boicoteadas por la oposición.
Las protestas de los estudiantes brotaron en un contexto económico y político complejo.
Aunque el país asiático ha registrado un fuerte crecimiento económico, esto no se ha traducido en una mayor oferta de empleo y Bangladés aqueja desde hace años una crisis financiera que le obligó a recurrir al Fondo Monetario Internacional para obtener un préstamo de 4.700 millones de dólares en 2023.
En la escena política, Hasina ha sido acusada de autoritaria por los graves abusos durante su mandato, incluyendo los asesinatos extrajudiciales y las desapariciones forzosas a manos de las fuerzas de seguridad.
La crisis económica que acabó con el Gobierno esrilanqués
Las escenas de este lunes en la residencia oficial de la primera ministra, donde cientos de manifestantes victoriosos irrumpieron y se dejaron filmar robando el mobiliario y hasta la comida de las neveras, recordaron a la caída de Rajapaksa en Sri Lanka.
El militar retirado se alzó con el poder a finales de 2019 entre promesas de seguridad, alcanzando una gran popularidad entre la mayoría budista, pero el rápido deterioro de la economía esrilanquesa y los graves errores de su mandato borraron rápidamente esta imagen.
Durante meses, miles de esrilanqueses ahogados por la crisis gritaron «Go Home Gota» (vete a casa Gota) desde una acampada en el corazón de Colombo.
Al igual que en Bangladés, los manifestantes consiguieron irrumpir el 9 de julio de 2022 en las residencias oficiales del presidente de Sri Lanka y del entonces primer ministro, Ranil Wickremesinghe, dejando imágenes de ciudadanos exultantes bañándose en la piscina de la residencia presidencial y ejercitándose en su gimnasio.
Rajapaksa se vio obligado entonces a huir a Singapur, abriendo un breve periodo de incertidumbre que se saldó con la nominación de Wickremesinghe como presidente interino.
Aunque a la deposición de Rajapaksa siguió un estallido de violencia, con manifestantes incendiando residencias oficiales y personales de figuras políticas, las protestas en Sri Lanka adoptaron un cariz marcadamente más pacíficas que en Bangladés. También fue menor la represión de Colombo que la mano dura con la que Hasina trató de doblegar a los estudiantes universitarios.
En Bangladés, la situación es por ahora menos clara, ya que el Ejército anunció este lunes la formación de un Gobierno interino con una hoja de ruta incierta sobre unas posibles elecciones, aunque con la promesa de juzgar a «los asesinos» y los responsables «de las injusticias» cometidas contra los estudiantes en el marco de las protestas.