La mayor parte de las veces, el origen del glaucoma está en la acumulación de fluido en la parte anterior del ojo, lo que aumenta la presión intraocular
El glaucoma es la principal causa de ceguera irreversible a nivel mundial. En el año 2020 se calcula que afectará a cerca de 65,5 millones de personas, casi a tres de cada 100 mayores de 40 años. A nivel mundial, una de cada dos personas desconoce que padece esta patología ocular gradual y silenciosa hasta que es demasiado tarde.
Es una enfermedad progresiva del nervio óptico, que es el encargado de recoger la información visual generada en la retina, entramado de fibras nerviosas, y llevarla hasta el cerebro.
“En fases tempranas, el paciente no experimenta síntomas y no es consciente de que padece la enfermedad. El campo visual, lo que vemos, se reduce poco a poco, a veces de forma brusca, desde la periferia hacia la zona central. En fases avanzadas dificulta, en gran medida, las actividades diarias, como leer o conducir, y, sin tratamiento, se puede llegar a la ceguera legal”, expone la oftalmóloga Pilar Casas oftalmóloga especialista.
Presión intraocular: principal factor de riesgo del glaucoma
La mayor parte de las veces, el origen del glaucoma está en la acumulación de fluido en la parte anterior del ojo (el sistema de drenaje del interior del ojo no funciona bien), lo que aumenta la presión intraocular. Si esta presión se mantiene elevada constantemente se provoca un daño definitivo.
“La literatura médico científica estable como presión normal aquella que está por debajo de 21 mm Hg, pero hoy sabemos que hay personas que no desarrollan glaucoma con presiones mayores de 21 y otras con glaucoma, de rápido empeoramiento, con presiones normales”, especifica Pilar Casas.
El glaucoma también puede ser consecuencia de enfermedades sistémicas, como la diabetes, o de otros problemas oculares, como la uveítis (inflamación de la úvea -capa entre la esclerótica y la retina-), de ciertos daños en el cristalino o en la propia retina, por el desprendimiento de algún tejido del interior del ojo o como consecuencia de algún tumor.
“Representan hasta un tercio de los casos del diagnóstico de glaucoma. Los nervios ópticos de estas personas son mucho más sensibles y las presiones intraoculares en sus ojos, normales en otros, son inseguras en los suyos; muy elevadas”, destaca la especialista.
Pilar Casas explica sobre el proceso quirúrgico por el que se puede corregir la patología.
«Sin llegar a introducir el instrumental quirúrgico en la parte interna del ojo, reducimos el grosor de la membrana trabeculodescemética (esclerectomía profunda no perforante) en la zona superior del globo ocular, por debajo del párpado. Drenamos el líquido intraocular y aliviamos la presión, consiguiendo así detener o reducir de forma considerable la evolución patológica del nervio óptico”, describe la oftalmóloga de Vissum de forma sucinta.»
Las capas superficiales del ojo se cierran con cuatro puntos, los dos externos (debajo del párpado superior) se retiran a los quince días, dejando una pequeña cicatriz no visible.
¿Se puede prevenir el glaucoma?
“No podemos realizar una prevención primaria porque el glaucoma acontece en personas por una predisposición genética o de forma secundaria a otras enfermedades oculares o sistémicas. No hay recomendaciones de dietas saludables o de estilos de vida para evitar la enfermedad. Eso sí, son muy convenientes para nuestra salud y para que no incidan en la patología”, aclara.
“Sin embargo -continúa-, sí podemos realizar una detección precoz del glaucoma; de tal manera que, ante el primer signo de daño en el nervio óptico –caso de Isabel-, podamos iniciar tratamientos efectivos que reduzcan al mínimo la posibilidad de empeoramiento y garantizar una función visual plena hasta el final de la vida. Esta es la clave del éxito en Medicina”, concluye la doctora Pilar Casas de Llera.
EFE