La autora del libro «La mujer, ciudadano de segundo hombre» afirma que, casi 50 años después de la primera edición, el texto sigue teniendo vigencia
En 80 años es posible observar mucho. Sonia Sgambatti tiene más de 80 años de edad y ha visto de todo, pero lo que no ha visto es la derrota del machismo. Sgambatti escribió, hace casi medio siglo, el libro «La mujer, ciudadano de segundo orden». En ese momento «estábamos en una situación de minusvalía; no es que ahora hayamos superado todo, no».
Este 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y se inicia la campaña de 16 días de activismo contra la violencia de género. La abogada habla en ese contexto.
En su análisis la exsenadora, exmagistrada y profesora universitaria recuerda que la mujer era «la paridora», ni siquiera tenía alma y en esas condiciones no era posible estar en igualdad de condiciones con el hombre. «Tomé el Código Penal, lo estudié de punta a punta tratando de buscan el delito de mayor impacto», rememora.
Uno que la alertó era el homicidio por honor: el hombre que sorprendía a la mujer en adulterio, y la mataba, tenía un castigo de sis meses; si era al revés, la mujer terminaba en un largo presidio. Sgambatti decidió demandar esto ante la Corte Suprema de Justicia, y el juicio duró 10 años. Fue eliminado, pero ya en el siglo XXI pretendieron volver a incluirlo, y nuevamente la jurista lo enfrentó. «Esos hombres que querían lavar su honor, lavarlo con sangre, la sangre derramada de la mujer, ya eso quedó atrás», explica.
Como abogada, advierte que el problema, más que legal, es de usos y costumbres. Al hombre «siempre se le dan mejores posiciones» en el mundo laboral, por ejemplo. «Quedan las costumbres, que no son fáciles de eliminar. Con la costumbre siempre se piensa que la mujer es la débil, la incompetente, y el hombre es el el preparado, el capacitado». Es «en el uso y costumbre donde habría que hacer los cambios».
¿Hay machismo en Venezuela? «Absolutamente, completamente», responde. «Las leyes están hechas por hombres, el país está hecho para los hombres, pero las mujeres somos la mitad, o más».