El papa Francisco dijo hoy que «la pobreza es un escándalo» y pidió que se escuche «el grito de dolor» de los más necesitados, «sofocado por la indiferencia general de una sociedad ocupada y distraída», durante la misa en la basílica de San Pedro con motivo de la VII Jornada Mundial de los Pobres.
«Pensemos en tantas pobrezas materiales, culturales y espirituales de nuestro mundo, en las existencias heridas que habitan en nuestras ciudades, en los pobres que se han convertido en invisibles, cuyo grito de dolor es sofocado por la indiferencia general de una sociedad ocupada y distraída», afirmó el pontífice.
Francisco, que después almorzará con un grupo de 1.200 personas sin hogar, discapacitados y refugiados en el Vaticano, muchos de ellos presentes en la misa, presidió la celebración junto a 26 cardenales, 12 obispos y 150 sacerdotes en una jornada que este año lleva por lema: «No apartéis la mirada de los pobres».
En su homilía, que ofició sentado, por sus dolores de rodilla, el papa recurrió a «la parábola de los talentos» para explicar la importancia de que «cada uno de nosotros, según las propias capacidades y posibilidades», ayude a los que menos tienen con el gran ‘capital’ que ha sido puesto en nuestras manos: el amor del Señor».
«La parábola nos dice que los primeros dos servidores multiplicaron el don recibido, mientras el tercero, más que fiarse de su señor, le tuvo miedo y permaneció como paralizado, y terminó por enterrar el talento. Y esto vale también para nosotros, podemos multiplicar lo que hemos recibido, haciendo de nuestra vida una ofrenda de amor para los demás».
O, por el contrario «podemos vivir bloqueados a causa del miedo, esconder bajo tierra el tesoro que hemos recibido, pensando sólo en nosotros mismos, sin comprometernos».
«En esta Jornada Mundial de los Pobres la parábola de los talentos nos sirve de advertencia para verificar con qué espíritu estamos afrontando el viaje de la vida. Hemos recibido del Señor el don de su amor y estamos llamados a ser don para los demás», enfatizó.
Porque, insistió, «si no multiplicamos el amor alrededor nuestro, la vida se apaga en las tinieblas».
Fue entonces cuando pidió que se reflexione sobre las «pobrezas materiales, culturales y espirituales de nuestro mundo» y «en los pobres que se han convertido en invisibles, cuyo grito de dolor es sofocado por la indiferencia general de una sociedad muy ocupada y distraída».