El director del programa «Leo, juego y aprendo» de la Universidad Metropolitana sigue enamorando a inversionistas nacionales e internacionales para que financien la formación de estudiantes y docentes y que puedan conquistar un mejor futuro
Lo más parecido a una tromba con dos piernas y una cabeza bien puesta es Mariano Herrera. Esa energía está dedicada mayormente a conseguir que niñas y niños aprendan a leer y escribir, pero más que eso: que comprendan lo qué leen. Como director del programa «Leo, juego y aprendo» de la Universidad Metropolitana, y director del Centro de Investigaciones Culturales y Educativas (CICE), Herrera ha hecho seguimiento a las dificultades de Venezuela y del mundo.
De entrada, refiere un estudio del Banco Mundial según el cual 50% de los muchachos de América Latina no comprenden lo que leen, porcentaje que sube a 80% si son los sectores más depauperados. Antes se hablaba de pobreza de aprendizaje, recuerda, y ahora se añadió la pérdida de aprendizaje. «Ahora saben menos que antes de que empezara la pandemia», refiere en entrevista con contrapunto.com. En Venezuela la situación era grave antes de la COVID-19, y empeoró con la enfermedad.
Un trabajo de la UCAB mostró que casi 80% de los niños de tercer grado «no decodificaba; es decir, no sabía cómo unir dos letras, no codificaba la palabra casa a menos que tuviera la foto de una casa al lado». Si usted les dice «es imposible que el sol salga por el oeste» la realidad es que «no entienden ni una palabra; una palabra como imposible, o como oeste, no la conocen».
Primero se aprende a leer, a fin de leer para aprender. Si no se lee bien, ¿cómo llegar a lo demás?
Herrera explica que «para entender lo que lees tienes que entender lo que oyes, y si desconoces las palabras, si en tu casa nunca se han dicho, no vas a entender». En las escuelas de educación no existe una materia que se llame «métodos para aprender a leer», y tampoco se incorpora como tema, aun cuando la enseñanza de la lectura es una técnica, destaca. La neurociencia y la psicología cognitiva han ofrecido elementos para una mirada diferente que todavía no forma parte de la formación cotidiana. Las cosas que se antes funcionaban hoy se sabe que no son tan efectivas.
El programa «Leo, juego y aprendo» nace para dar respuesta a esta crisis. Dirigido a niñas y niños de 5 a 9 años de edad y a los docentes, se apoya en la evidencia científica para avanzar en la lectura. «Teníamos 95% de niños totalmente analfabetas a comienzos del año pasado. Entre mayo y junio de este año encontramos que 78% de los niños, como mínimo, decodifican, y muchos comprenden ya párrafos sencillos. Ese es un tremendo logro». La diferencia es notable cuando se comparan niños que llegaron a segundo grado y se beneficiaron del programa con niños que no fueron incorporados: «Leen mucho más».
«Leo, juego, aprendo» consta de libros para los niños, una guía para el docente, el graphogame y otros elementos. El programa tiene coordinadores (unos 180) que son el primer enlace con las escuelas. El chat de wasap permite maravillas para la comunicación y el acompañamiento. «Esta es una de las instrucciones: Cuando el niño vaya por la palabra ‘casa’ usted lo detiene 30 segundos y espera que vuelva a decir ‘casa’ antes de agregar ‘es bonita'».
En el año escolar 2023-2024 se atienden 33 mil niñas y niños, 2 mil maestras y maestros y 312 escuelas de 19 estados de todo el país. En mayo de 2024 llegará «la hora de la verdad», como la llama Herrera, con una nueva evaluación que permitirá saber cómo van y si realmente aprendieron.
¿De cuánto es la inversión? «Quince dólares por niño por año», resume. Son 15 dólares para cambiar la vida. El investigador relata que, según un estudio de Harvard y London School of Economics, «la diferencia en ingresos entre un niño que aprendió a leer en primer grado, y quien no lo hizo, es de más de 30%». Si sumas «la diferencia entre comprender lo que lees y no comprender lo que lees para la emancipación personal y el desarrollo social y económico, la diferencia es asombrosa».
Herrera se propone un crecimiento vertical, seguir acompañando a los maestros y apoyar a los estudiantes actuales. Después, avanzar a la expansión horizontal. Idealmente deberían atender a 700 mil niñas y niños y a unos 23 mil docentes. Para eso necesitan recursos, y están en contacto con instancias nacionales e internacionales para conseguirlo. La tromba se mantiene en acción.