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martes, 26 noviembre, 2024
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Víctor Rago propone cuatro líneas estratégicas para la reinstitucionalización de la UCV

Rossana Franco @rocafranc

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Víctor Rago, rector de la Universidad Central de Venezuela, (UCV), anunció en su discurso de juramentación 4 líneas estratégica para encuadrar una gestión verdaderamente renovadora en esa casa de estudios

Luego de más de una década sin elecciones, la UCV volvió a celebrar un proceso electoral para actualizar a sus representantes en el que se eligieron autoridades rectorales, decanales y representantes profesionales.

Para Rago, «la posibilidad misma de llevarlas a cabo fue resultado de laboriosas negociaciones durante meses entre representantes de la universidad y el oficialismo», por lo que fue contundente al decir, «hoy concluye una gestión y comienza otra».

Recobrar el sentido fundamental de la institución universitaria

El liderazgo de la UCV ha de ser específicamente académico, más que político, señaló Rago. Añadió que «la idea fundamental es encabezar un esfuerzo colectivo para preservar los valores y principios de la universidad como son la autonomía, democracia, sentido de justicia social, libertad y responsabilidad en el ejercicio del pensamiento para estimular los cambios necesarios y responder a un entorno en transformación constante».

Régimen académico formativo de calidad

Las carreras que constituyen la oferta de formación profesional de pregrado y postgrado deben formar profesionales que egresen de la UCV con garantías de exitoso desempeño en el campo laboral, anunció.

«La institución no sólo deberá ofrecer oportunidades para el ejercicios académico ordinario sino también para la preparación intelectual y profesional y el perfeccionamiento del profesorado».

Salarios actualizados e ingresos propios para la UCV

La comunidad universitaria y sus gremios deben devengar salarios decentes que «deberán marchar en paralelo al diseño y ejecución de políticas institucionales destinadas a fortalecer las capacidades universitarias para la producción de ingresos propios en el marco del proceso de articulación social y mediante dispositivos de gestión y alianzas de convenios» señaló el nuevo rector.

Víctor Rago contempla el diálogo entre los entes del ámbito estatal. «En él tendrán prioridad las razonables exigencias de salarios adecuados para la totalidad del personal académico, administrativo, y obrero, así como la actualización de los sistemas de apoyo económico para los estudiantes».

Universidad y mundo globalizado

El destino de la Universidad es global, señaló Rago. Por lo que planteó una institución que siempre esté abierta a los problemas de la sociedad contemporánea: medio ambiente, sostenibilidad económica y energética, abatimiento de la desigualdad social, equidad de género y diversidad cultural, promoción de la democracia, compromiso social de la ciencia, y convivencia internacional pacífica.

«La modernización de la universidad supone ciertamente dotarla del equipamiento tecnológico y demás medios materiales imprescindibles», aseguró.

Concluyó señalando que regir los destinos de la UCV, implica un proyecto social e intelectual que trabajará en conjunto con el equipo rectoral que lo acompaña, integrado por Fátima Garcés, J.B León y Corina Aristimuño, además de los factores académicos que han sumado una renovación institucional.

Discurso de Víctor Rago, rector de la UCV / Acto de juramentación 20 de julio 2023

Después de una década larga sin elecciones, la UCV volvió a celebrarlas para elegir a las autoridades rectorales, decanales y representantes profesorales al cogobierno. La posibilidad misma de llevarlas a cabo fue resultado de laboriosas negociaciones durante meses entre representantes de la universidad y del oficialismo. El Consejo Universitario aprobó un reglamento electoral transitorio que contempló la participación en los comicios de sectores de la comunidad ucevista no incluidos anteriormente. Su mérito principal, cualquiera que sea el juicio que tal instrumento merezca, radica en el hecho de que posibilitó la realización del proceso electoral y consecuentemente la celebración del solemne acto que hoy nos ha convocado al Aula Magna. Tanto aquel como este pusieron a prueba la capacidad de la Comisión Electoral, a la que cuando hubo que hacerlo recibió sensatas críticas y a la que hoy reconocemos sus esfuerzos de superación. Gracias a estos y a la infatigable entrega de la Comisión de Protocolo, el acto que nos congrega ha sido posible. Nuestro agradecimiento se extiende también a los diferentes órganos de la institución que sumaron voluntades y aportes imprescindibles: Dirección de Cultura, Dirección de Información y Comunicaciones, entre otros.

Hoy concluye una gestión y comienza otra. La que toca a su fin se vio conminada por circunstancias consabidas y deplorables a prolongarse más de un decenio tras haber expirado su mandato. Debió enfrentar tiempos muy duros y padecer condiciones de enorme dificultad. La vida institucional sufrió formidables embates entre los que sobresalen con ominoso perfil la penuria presupuestaria  y la irrisión remunerativa del profesorado y los trabajadores universitarios. Para colmo, la universidad exhibía, a veces con rotunda evidencia, a veces discretamente, signos de inequívoco decaimiento desde hacía muchos años. Uno de los más reveladores, el de la sostenida declinación de su vocación deliberativa, la ausencia  progresiva del debate de casi todos los espacios de la institución y de la práctica habitual de buena parte de sus integrantes. Insértese este sumario cuadro –no hay tiempo para pormenores- en el gran contexto de la crisis sistémica del país y podrá evocarse con toda claridad el orden de magnitud de las dificultades en que aquella gestión tuvo que desenvolverse. ¿Pudo haberse hecho más de lo que se hizo? ¿En el colosal esfuerzo de preservar la institución quedaba lugar para el impulso constructivo, para la innovación que la contemporaneidad demandaba con insistencia, para la debida orientación de recursos y esfuerzos?

No nos corresponde en la presente ocasión ejercicio evaluativo alguno. La naturaleza de esta ceremonia nos pide en cambio que, reservándole tal tarea al futuro inmediato, reconozcamos sin mezquindades aquel esfuerzo de las autoridades salientes y que celebremos el restablecimiento del expediente electoral para el recambio directivo y la revitalización de la comunidad ucevista, sin cuyo activo concurso la recuperación de la universidad será imposible.

Digamos ahora unas breves palabras sobre cómo la entendemos.

Recobrar el sentido fundamental de la institución universitaria

¿Qué es la universidad sino una comunidad humana constituida deliberadamente para la creación intelectual en el más amplio y fecundo sentido de la expresión? La atmósfera que es la institución nace de su voluntad de cultivar el conocimiento. De allí su condición raigal de ámbito del pensamiento libre, crítico y plural para el proceso de enseñanza-aprendizaje, dirigido a la formación profesional de calidad, y para la construcción del denso tejido de sus intercambios con la sociedad que la alberga y que es la fuente directa de su legitimidad como institución.

De la naturaleza de la universidad se desprende que su liderazgo ha de ser esencialmente académico, esto es, intelectual más que «político». En su riqueza innumerable, la vida universitaria y la alta dirección institucional registran, qué duda cabe, una dimensión política, pero no le son en ningún caso tributarias. La tarea fundamental del liderazgo es encabezar el esfuerzo colectivo para preservar los valores y principios de la universidad –autonomía, democracia, sentido de justicia social, libertad y responsabilidad en el ejercicio del pensamiento-  así como estimular los cambios necesarios para responder a un entorno en transformación constante.

Conviene romper con la inercia institucional que disocia al dispositivo de gestión de la comunidad universitaria, orientándolo hacia una conducción compartida, desconcentrando funciones y fomentando la participación organizada para la toma de decisiones consensuadas. Allí donde las estructuras establecidas acusen esclerosis deben flexibilizarse para acoger equipos de trabajo articulados que respondan sinérgicamente a proyectos, estrategias, objetivos y acciones basados en políticas también consensuadas. Tales políticas, de las que la institución tiene un déficit crónico, deben diseñarse combinando en proporciones armónicas sensibilidades locales y sentido de conducción institucional integral.

Una gestión institucional animada de vocación transformadora

Como mínimo en dos órdenes estructurales convendrá promover cambios de entidad y alcance estratégico: el de la estructura de la universidad y el del régimen académico. Ambos cuentan con antecedentes significativos (pienso entre otros  en el durmiente Plan estratégico de la UCV),  no obstante lo cual se han visto frustrados o solo incipientemente emprendidos. Será por lo tanto del máximo interés desentrañar las claves sistémicas de la resistencia al cambio.

Modelo de organización

El modelo mismo de organización de la UCV tiene que dejar de estar conformado por compartimientos estancos, suerte de estructuras yuxtapuestas que se ignoran recíprocamente y propenden a una autosuficiencia insularizante y ensimismada. No es por cierto una desmesura afirmar que semejante estado de incomunicación es segregado de manera natural y espontánea por el propio diseño estructural. En lugar de esto debe  construirse un nuevo paisaje institucional formado por redes de colaboración interdisciplinaria y transdisciplinaria afincadas en renovadoras visiones epistémicas que hagan posible la integración del espacio académico interior mediante la creación de territorios de confluencia y abran posibilidades de integración externa hacia el mundo extrauniversitario.

La concurrencia cooperativa entre niveles jerárquicos debe reemplazar al prejuicio competitivo tradicional que al reivindicar espacios propios –entendidos como «cuotas de poder» territorializadas- niega el interés común. Al abrigo de un cuerpo coherente de políticas generales de largo alcance, la inventiva y el espíritu innovador locales cristalizarán en prácticas fructíferas.

Compañía indispensable de estas iniciativas han de ser la transparencia en la administración de los recursos, la puesta en pie de mecanismos de evaluación y la rendición de cuentas para la debida información a que tiene derecho la comunidad universitaria.

Por otra parte, la abundosa normativa que sirve de marco regulatorio de la actividad institucional,  cuya formulación acumulativa es causa de contradicciones y lagunas, ha de ponerse a tono mediante reformas, derogaciones y reemplazos con los nuevos estados de cosas que irán resultando de los cambios e iniciativas transformadoras.  

Régimen académico formativo

¿No ha llegado el momento de resolver la asombrosa paradoja de que el conocimiento progresa cotidianamente mientras que demasiados planes de estudio propenden a una longevidad empecinada?

La actualización curricular tiene que ser permanente en una universidad que aspire a ser moderna. Por lo demás, no se trata aquí de paliativos circunstanciales sino de la necesidad de renovación del régimen académico en su conjunto. Las propias carreras que constituyen la oferta de la formación profesional de pregrado y los cursos de postgrado deben ser examinados a la luz de las condiciones del mundo contemporáneo para que los profesionales que egresen de la UCV tengan garantías de exitoso desempeño en el campo laboral.

Cambios perfectamente factibles en las modalidades formativas actuales (profesionalización corta, certificaciones específicas, diplomados, acreditaciones por experiencia o credenciales y otras calificaciones), pueden complementarse con la incorporación del componente tecnológico y medioambiental. Y a una escala más general los circuitos curriculares pueden reorganizarse para  propiciar interconexiones aptas para la configuración de nuevas áreas de conocimiento o para beneficiarse de las ya efectivamente existentes, pero ignoradas por el status quo organizacional. Esto posibilitará itinerarios curriculares inéditos en un ámbito de libertad de elección proporcionado por el juego interactivo entre los opuestos complementarios que son el interés institucional y los desarrollos contemporáneos del saber. El Programa de Cooperación Interfacultades (PCI) constituye a este respecto una innovación pionera que convendrá potenciar con líneas de investigación y docencia transversales que ofrezcan formación variada (postgrados, diplomados, talleres, cursos de actualización, etc.) en áreas de conocimiento estratégicas en el mundo de hoy.

La carrera profesoral

Producción de saber, su comunicación a través de los circuitos curriculares,  interacción con la sociedad y gestión institucional: he aquí los cuatro constituyentes que combinados en proporciones variables constituyen la condición profesoral.

La institución deberá ofrecer oportunidades no solo para el apropiado ejercicio académico ordinario, sino también para la preparación intelectual y profesional y el perfeccionamiento progresivo del profesorado. Un sistema de estímulos y de reconocimientos a la formación académica (con incidencia en el régimen de ascenso en el escalafón) será parte de las políticas de largo alcance que se formularán para asegurar una gestión institucional integral.

La calificación creciente del personal académico debe acoplarse a un esquema de remuneraciones adecuadas, además de sensible al desempeño. Se opone hoy a este razonable y legítimo propósito la privación de recursos presupuestarios impuesta por el gobierno a la universidad pública nacional.

La necesaria exigencia de autoridades, comunidad universitaria y gremios por salarios decentes deberá marchar en paralelo al diseño y ejecución de políticas institucionales destinadas a fortalecer las capacidades de la universidad para la producción de ingresos propios en el marco de procesos de articulación social y mediante dispositivos de gestión de alianzas y convenios. Adicionalmente, la institución debe desarrollar las pericias necesarias para el acceso a las diferentes modalidades de fondos de financiamiento de la educación superior dentro y fuera del país, así como para las negociaciones con la cooperación internacional.

Financiamiento de la universidad pública

Pero no hay que perder de vista que la eficiencia institucional deseable para la producción de ingresos propios y para la captación de recursos financieros alternos tiene un carácter complementario. Por lo demás, se necesita tiempo para que la institución adquiera las destrezas y capacidades indispensables y para la formulación de las políticas que den fundamento y sentido a tales aspectos de la actividad universitaria.

No hay, pues, motivo alguno para eximir al gobierno de la obligación constitucional y legal de proveer los medios presupuestarios en magnitud compatible con las necesidades reales de la universidad. Esta tiene que asumirse a sí misma con firme convicción como interlocutora legítima de la contraparte gubernamental y actuar como tal en su condición básica de actor primariamente académico frente al actor político que es el gobierno. A este respecto es crucial la producción de un discurso conceptualmente denso y enérgico que procure nuevos fundamentos al diálogo entre dos entes del ámbito estatal. En él tendrán prioridad las razonables exigencias de salarios adecuados para la totalidad del personal académico, administrativo y obrero, así como la actualización de los sistemas de apoyo socioeconómico para los estudiantes. Pero igualmente las exigencias de restitución plena del principio autonómico conculcado en varias de sus dimensiones por el Ejecutivo.

Universidad y mundo globalizado

Dado que la autarquía intelectual es impracticable por definición, las universidades forman al menos idealmente un tejido académico planetario. Por afincada en compromisos locales que esté una universidad, su destino es global en última instancia. Esa original vocación de apertura al mundo la pone frente a los grandes problemas de la sociedad contemporánea: medio ambiente, sostenibilidad económica y energética, abatimiento de la desigualdad social, equidad de género, diversidad cultural, promoción de la democracia, compromiso social de la ciencia, convivencia internacional pacífica, etc.

La modernización de la universidad supone ciertamente dotarla del equipamiento tecnológico y demás medios materiales imprescindibles. Pero no será plena si no incorpora a su agenda aquellos temas, que deberán introducirse en el régimen académico ya como nuevos ámbitos de conocimiento a título propio, ya como componentes transversales de las diversas modalidades y niveles formativos.

Por otra parte y a la vez, la urgente reflexión sobre sí misma, es decir, la búsqueda siempre renovada de su sentido fundamental y su significado para la sociedad a la que pertenece es una tarea indeclinable de los universitarios. Solo tal esfuerzo de autoanálisis permitirá a la institución insertarse en los procesos reales y participar activamente y con voz propia en los importantes escenarios del debate público tanto del propio país como del resto del mundo.

¿Constituye una aspiración desmedida pretender convertir a nuestra universidad en una institución moderna en el sentido esbozado? Tal vez no sea una tarea fácil y exigirá sin duda ingentes esfuerzos. Pero el proyecto intelectual y social que es la UCV y lo que representa para la sociedad venezolana bien valen la pena. El equipo rectoral que integramos con los doctores Fátima Garcés, J. B. León y Corina Aristimuño, y los factores académicos que espontánea y convencidamente se han sumado a la visión de renovación institucional a la que adherimos son garantía de progreso.  

Profesores, estudiantes, egresados, empleados y obreros, dentro de Venezuela y desde la diáspora, en suma, todos los ucevistas están hoy convocados a esta noble tarea.

Muchas gracias.

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