Las vacunas que se venden en Venezuela son importadas de Estados Unidos o Colombia por laboratorios privados que se encargan de vigilar la cadena de frío, aunque la rigurosidad en el manejo causa desconfianza
Glorimar Montaño prepara su bolsillo para aplicarse la tercera y última dosis de la vacuna contra el Virus de Papiloma Humano (VPH), una infección de transmisión sexual que se propaga en silencio en Venezuela entre el estigma y la desinformación.
Comenzó el ciclo de vacunación de manera tardía, pero a sus 26 años es de las pocas personas que en Venezuela ha podido acceder a la inmunización debido a los altos costos y la escasa información oficial sobre este virus.
Venezuela ha prometido desde hace años incluir la vacuna en su esquema de inmunización de manera gratuita, pero es uno de los pocos países de América Latina que no la ofrece, pese a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que pide aplicarla desde los 9 años.
Al ser suministrada por privados, no hay cifras oficiales disponibles sobre el número de vacunados.
«Vacunarme, fácil no fue. Reuní (dinero) un par de meses para poder hacerlo, pero sí pude cumplir con las primeras dos», dice a la AFP Montaño, administradora de empresas, que pagó 120 dólares por cada dosis de Gardasil 4, que cubre cuatro genotipos del VPH, dos de bajo riesgo y dos de alto riesgo.
Según la OMS, 80% de las personas sexualmente activas tendrán infección en algún momento de su vida por este virus que, dependiendo de la cepa, puede desarrollar cáncer de cuello uterino, vulva, pene o faringe.
«No se habla»
No hay data de contagios de VPH en Venezuela, a pesar de que existe un equipo de vigilancia epidemiológica que la AFP intentó contactar sin recibir respuestas.
La Sociedad Anticancerosa de Venezuela (SAC) calcula más de 5.900 casos de cáncer de cuello uterino, 90% de los cuales fueron producto de un VPH.
La tasa de mortalidad saltó de 10,45 por 100.000 habitantes y la incidencia de 23,82 en 2019, a 11,82 y 32,16 en 2021, según la SAC. Este tipo de cáncer puede superar al de mama, que hoy día constituye la principal causa de muerte de mujeres por esta enfermedad en el país.
En los hospitales públicos es difícil encontrar colposcopios -el instrumento para determinar el VPH en la mujer-, no se hacen citologías y tampoco cistoscopias. A estas pruebas se accede en el sector privado o en jornadas esporádicas organizadas por ONGs.
Se suma el «tabú» que significa hablar sobre la sexualidad en Venezuela, un país muy conservador, donde los contagiados con enfermedades de transmisión sexual (ETS) son estigmatizados.
Del tema «no se habla» y hay «gente que lo tiene y no dice», sostiene Corina García, de 27 años, que completó su esquema gracias a que su mamá es médico.
Modelo y estudiante de idiomas, García desea que desaparezca el tabú: «Caras vemos y otras cosas no sabemos».
El Parlamento trabaja en una reforma de la Ley de Enfermedades Venéreas, que data de 1941, para renovar términos que «etiquetaban» a las personas, según sus promotores.
¿VPH o VIH?
La OMS recomienda la aplicación de al menos una o dos dosis, dependiendo si se inició o no la actividad sexual. Pero en Venezuela, debido a la falta de inmunidad de rebaño, los médicos sugieren las tres.
Otra vacuna para el VPH y la más efectiva para prevenir cáncer, Gardasil 9, puede costar hasta 350 dólares por dosis, en un país en el que el ingreso mínimo mensual ronda los 75 dólares y la canasta alimenticia supera los 500 dólares.
Las vacunas que se venden en Venezuela son importadas de Estados Unidos o Colombia por laboratorios privados que se encargan de vigilar la cadena de frío, aunque la rigurosidad en el manejo causa desconfianza.
Suzany González, directora del Centro de Estudios de Derechos Sexuales y Reproductivos (Cedesex), considera que la ausencia de la vacuna gratuita constituye una violación a los derechos sexuales.
«La salud sexual y reproductiva no está priorizada» en el país, afirma. El sistema está en «crisis», pero dentro del colapso «hay cosas que están más priorizadas que otras».
El Estado realiza algunas campañas informativas sobre las ETS, pero el talento humano capacitado no es suficiente para sensibilizar a la población.
«He tenido pacientes que confunden el VPH con el VIH y tengo que sentarme a explicarles», alerta Yrama Baloa, encargada del área de ginecología de la SAC y especialista en VPH.