Las protestas de los trabajadores se pueden convertir «en la punta de lanza para que el diálogo deje de ser un diálogo entre dos cúpulas y de sordos y para que sea diferente», afirma el cofundador de Provea y coordinador del capítulo Venezuela de Odevida
Cada cana en la cabeza de Raúl Cubas es la evidencia de las muchas causas que ha defendido o, o visto de otra manera, de las muchas vidas que ha luchado por salvar como defensor de derechos humanos. Cubas, exiliado en Venezuela desde hace más de 40 años, formó parte del triunvirato que plantó la semilla de la organización pionera: Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea). Hoy, como coordinador del capítulo Venezuela de Odevida, sigue lanzando las mismas voces de alerta, y así lo hizo este miércoles durante la presentación del informe de Odevida sobre dirigentes sindicales y defensores laborales.
«Las detenciones de dirigentes sindicales y de dirigentes de Bandera Roja uno ‘huele’ que vienen por los lados de las protestas», señala. «Creo que el gobierno, equivocándose otra vez más, pretende solucionar eso con la represión, y el efecto esta semana ha sido todo lo contrario: el efecto ha sido mayor cantidad de protestas de sectores sindicales, y en algunos han coincidido sectores del chavismo, del chavismo crítico y de otros sectores sindicales».
-¿La represión de las protestas ha hecho que gente con diferencias se una?
-Se una. Y puede seguir en ese camino. Desde 2014 para aquí el sector sindical estaba prácticamente desaparecido.
-¿Qué lo hizo revivir?
-La misma situación económica. La situación que viven los trabajadores públicos, con esos salarios de hambre. Muchos permanecen en el sector público por los bonos, pero también por la corrupción. No es un secreto que en el sector público de hospitales hay delincuencia con el tema de los insumos, en las notarías «te bajan de la mula» cuando vas a hacer un trámite. Esa situación de deterioro de las condiciones de vida de los trabajadores y de los venezolanos es lo que está haciendo que la gente poco a poco vaya tomando conciencia y la gente vea la necesidad de unirse.
Aunque el gobierno sea autoritario «no puede controlar una cuestión que sea masiva. Si esto se transforma en una protesta masiva de los trabajadores por sus condiciones, va a llevar a que otros sectores también lo hagan», y eso es muy relevante para un proceso de diálogo, opina.
«En el diálogo están participando dos cúpulas: la del chavismo y la de la oposición. Ahí no entra nadie más y el tema de derechos no lo toca nadie, no hay en las negociaciones discusiones o propuestas para discutir la situación de derechos humanos». Las protestas de los trabajadores se pueden convertir «en la punta de lanza para que el diálogo deje de ser un diálogo entre dos cúpulas y de sordos y para que sea diferente».
Hay experiencias en procesos de diálogo, recuerda Cubas, y cita la que se adelantó con el presidente Rafael Caldera en 1998, sin exclusiones, y con un plan de acuerdos. «Que después no se implementó es otro tema, pero el proceso fue positivo», explica. «Y después lo vivimos en la campaña electoral con el presidente Chávez, que hicimos una mesa de trabajo y él mismo participó y se lograron acuerdos que se plasmaron en la Constitución. Cuando hay voluntad política de dialogar el principio tiene que ser la transparencia y la inclusión de todos los sectores». El llamado es para ambos, insiste Cubas.