Este 12 de mayo se recuerdan los 202 años del nacimiento de la «dama de lámpara», la británica Florence Nightingale. «No estoy arrepentida de ser enfermera. Vuelvo a nacer y vuelvo a ser enfermera, porque me gusta. Yo amo mi profesión», afirma la venezolana Geny Echarri. El Estado debe reconocer «que incurrió en una violación flagrante de los derechos de los trabajadores, y que tiene que subsanarla», sostiene Ana Rosario Contreras
Desde hace cuatro años Geny Echarri es enfermera en medicina general, en el Hospital Martín Vegas, en el antiguo leprosario de La Guaira. Cuenta que su salario es variable, porque le descuentan muchas cosas, pero el común denominador de las quincenas es que son insuficientes. La primera quincena de marzo cobró 147 bolívares. Dice que esperaba más, pero «nos desmejoraron las cláusulas, nos bajaron todo». También trabajó en el INASS.
Geny acude, cuando puede, a las protestas convocadas por su gremio para exigir salarios que cubran el costo de la canasta básica. El 21 de abril se presentó en Plaza Caracas con Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermeras del Distrito Capital, para acompañar la introducción de un nuevo documento. Ese día hasta la ministra de Salud, Magaly Gutiérrez, pasó a conversar con las manifestantes. A ella le gritaron, antes de que se presentara en la protesta: «Señora ministra, a usted la invitamos, a que viva un día con el sueldo que ganamos».
Este jueves 12 de abril, Geny celebra el Día Internacional de la Enfermería, con el cual se recuerda el nacimiento de la pionera de este oficio, la británica Florence Nightingale. Las venezolanas son, como lo fue Florence, ángeles de la guarda que ofrecen su arrojo y compañía en medio de las dificultades.
«No estoy arrepentida de ser enfermera. Vuelvo a nacer y vuelvo a ser enfermera, porque me gusta. Yo amo mi profesión», afirma. «Me gusta atender a los pacientes. Me gusta trabajar con el adulto mayor, porque es vulnerable, y uno le tiende la mano y está constantemente. Me gusta trabajar con el adulto mayor». Lo que no le gusta de ser enfermera es «el sueldo», e insiste en que «no valoran que uno desempeña en el día a día».
Del Ministerio de Salud espera «que respete nuestras cláusulas, porque es un derecho adquirido durante muchos años». El aumento salarial anunciado en marzo «supuestamente era para beneficiarnos, y lo que hizo fue perjudicarnos».
María es enfermera jubilada. «Trabajé 33 años en el Ministerio de Salud y 27 con el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales. Trabajé en clínicas privadas, en hospitales públicos, y salí jubilada en 2017», relata. Pero le ha tocado activarse con las protestas porque «estos sueldos no nos alcanza para nada. Me pagaban 74 bolívares quincenales. 74 bolívares. Qué le parece?».
Por supuesto que no vive de su sueldo. «Si no fuera por nuestros hijos, que están fuera del país, yo me las viera bastante mal», admite. «Pienso en las personas que no tienen esta particularidad».
Hubo un aumento ficticio, un supuesto aumento salarial, pero las cláusulas de la contratación colectiva (unas 25) «fueron desconocidas», critica Ramón Agüero, vicepresidente de la Federación de Colegios de Enfermeros de Venezuela. Encima, solo quieren pagarles un sueldo «aunque hayan tenido dos o tres destinos públicos», condena Agüero.
«Nosotros quisiéramos que se restituyera el estado de derecho», señala. O, lo que es lo mismo, «que se respeten los contratos colectivos, que se respeten las instituciones gremiales y sindicales electas legítimamente».
El 21 de abril las enfermeras protestaron en el Ministerio de Salud para denunciar la violación de los derechos laborales, resume Ana Rosario Contreras, presidenta del Colegio de Enfermeras del Distrito Capital. La ministra no solo las escuchó en la planta baja de la sede del Ministerio, sino que se incorporó a la reunión que se realizó.
«Nos invitaron a participar en unas mesas de negociación» y «no tenemos problema en asistir», comentó Contreras. Mas subrayó que el Estado debe reconocer «que incurrió en una violación flagrante de los derechos de los trabajadores, y que tiene que subsanarla. Estos derechos no pueden ser negociados por ningún sindicato». Lo que procede, insiste, es «que se les pague a los trabajadores los porcentajes que dejaron de percibir».