Las distorsiones de la economía venezolana hacen que una decisión de este tenor tenga que ser vista con cuidado por las implicaciones que puede tener en el empleo, en la remuneración real de los trabajadores, su impacto en la hiperinflación y en la viabilidad de las empresas privadas
Pareciera un contrasentido que los trabajadores tuvieran reservas ante el aumento del salario mínimo, ya que esto debería redundar en mayores beneficios para quienes dependen del 15 y último, pero Venezuela es el país de las cosas diferentes.
Desde la última reconversión en agosto de 2018, en Venezuela se han producido 10 incrementos del salario mínimo en medio de un escenario de hiperinflación que no da señales de ceder y no están a la vista acciones que la puedan controlar.
Estos 10 aumentos han implicado un crecimiento nominal del salario de más de 38.000%, sin que esto se vea reflejado en una mejora del ingreso real de los trabajadores.
El fenómeno se produce, porque en medio del desarrollo del proceso hiperinflacionario, no es posible sostener el poder de compra del salario de los trabajadores, que luce impotente ante el incremento de los precios.
Por otro lado, está la evolución del tipo de cambio que en los primeros ocho meses se incrementó 300%, manteniendo una “cierta estabilidad” en las últimas seis semanas.
¿Qué hay?
El último aumento de salario mínimo se produjo en el mes de mayo pasado, cuando paso de Bs. 1.800.000 a Bs.7.000.000 millones. El incremento nominal de más de Bs 5.000.000 implicó un alza de 288%.
Con una reconversión monetaria en puertas que suprimirá seis ceros al valor facial de nuestra moneda, el salario mínimo pasará a ser Bs 7.
Al cierre de las primeras tres semanas de septiembre, ese salario era equivalente a 1,7 dólares, lejos de aquellos 18,7 dólares que implicaba la remuneración mínima de septiembre de 2018.
En tres años el salario mínimo, calculado en dólares ha caído 90,9%, lo que obliga a esperar el ajuste de este indicador de la economía por parte del Ejecutivo nacional.
¿Qué piden?
Los dirigentes sindicales del sector público han propuesto un salario base de 60 dólares mensuales, el cual estaría implicando dos dólares diarios. de esta forma saldría de la línea de pobreza extrema el ingreso mínimo de los trabajadores, que según los lineamientos de Naciones Unidas se ubica en 1 dólar diario.
Para el movimiento sindical resulta impresentable un salario base de Bs 7, que representa menos de dos dólares mensuales.
Por su parte, el Gobierno tiene encima la presión de aumentar este indicador a partir de la reconversión monetaria que entrará en vigencia este viernes 1 de octubre. Sin embargo, no ha trascendido cuál es la posición del Ejecutivo al respecto.
¿Quién es quien? Cuánto es cuanto?
El ajuste al salario mínimo estaría fundamentalmente afectando las finanzas públicas, ya que en el sector privado existe una remuneración muy encima de la cifra establecida como ingreso mínimo integral.
Según cifras del Observatorio Venezolano de Finanzas, de finanzas a enero de este año, el promedio de ingreso del sector privado era 108,2 dólares mensuales, mientras que en el sector público el ingreso promedio es de 8,2 dólares mensuales.
Los empresarios han conseguido mecanismos para pagar en moneda dura a sus trabajadores, sin que esto implique un aumento en sus pasivos laborales. Es decir, «se paga por fuera», para tener disponibilidad, pero esto no se refleja en prestaciones sociales ni suman para el tema jubilaciones.
La percepción de ingresos en divisas, ha venido aumentando en las distintas franjas de la población en un escenario de dolarización transaccional que existe en el país.
Las cifras que maneja el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), señalan que a principios de 2021, el 46% de los venezolanos recibía algún ingreso en divisas.
Esto es lo que hace viable que los venezolanos puedan subsistir en este momento, ante el escenario hiperinflacionario que prevalece en el país.
¿Cuánto se puede ajustar?
El salario de la administración pública se encuentra, según el OVF, en promedio 8,2 dólares y se justifica con la compensación de las políticas asistencialistas del Estado vinculadas a la alimentación, en donde destacan las cajas o «bolsas» Clap.
Para que el salario mínimo actual pueda alcanzar el equivalente en dólares de 2018, tendría incrementarse alrededor de 1.000%, es decir, multiplicar por 11 el salario actual.
Estaríamos hablando de un salario de 77.000.000 de bolívares o 77 bolívares a partir del 1 de octubre. Aun así, el salario en dólares se ubicaría en 18,7 dólares, estando por debajo de la línea de pobreza, porque implicaría apenas 60 centavos de dólar diario.
Para llevar el salario mínimo a 30 dólares mensuales ($1 diario) el aumento debería ser de 1.600% y estaría a mitad de camino de las expectativas de los sindicalistas del sector público.
Un ajuste de este tipo implicaría una nueva inyección de liquidez a la economía, sin respaldo productivo, lo que sería alimento para la hiperinflación. Con esto se afectaría nuevamente la economía nacional, complicándole la vida aun más a los sectores más vulnerables de la población.
En el caso del sector privado, cualquier aumento en el salario mínimo podría asimilarlo trasladando parte del bono en divisas que está pagando a sus trabajadores y transformarlo en salario mínimo, con lo cual no tendría porque aumentar sus gastos de nómina.
Sin embargo, una decisión de este tipo le encarecería las obligaciones por prestaciones sociales y utilidades, lo que abre el riesgo del cierre de puestos de trabajo en una economía que está o tiene el 80% de su capacidad instalada ociosa por una reducción del consumo.
Estamos a la espera del anuncio del aumento del salario mínimo, porque resulta políticamente complicado para Miraflores decirle a la clase trabajadora, a la que le pedirá que vote por los candidatos del PSUV, que la remuneración mínima es de Bs 7 más Bs 3 de ticket de alimentación.
¿Cuáles son las cifras que tiene el ministerio de Finanzas en su mesa?
No tenemos bolas de cristal para conocer los vericuetos de las cuentas oficiales, solo tenemos los pies planos para hacer seguimiento a los eventos económicos, políticos y sociales del país.
El juego sigue.