Un 86% de los adultos mayores venezolanos están en la pobreza, de acuerdo con el más reciente estudio de la asociación civil Convite. 63% dice extrañar el pescado porque ya no lo puede comer. «El día a día de un jubilado o pensionado se va en buscar cómo consigue para sus medicinas y cómo se alimenta», describe Emilio Lozada, presidente de la Federación Nacional de Jubilados y Pensionados de Venezuela
Vendiendo caramelos en la calle, sentados en la acera pidiendo limosna, multiplicando los panes, encerrados en sus casas esperando la muerte. Todos estos gerundios los conjugan los adultos mayores en Venezuela, un país que perdió a su juventud debido a la migración forzada pero que paradójicamente no trata a sus abuelos con respeto y consideración. La mejor constatación de que Venezuela no es país para viejos es el monto de la pensión: menos de dos dólares al mes, mientras la canasta básica supera los 300 dólares.
Un 86% de los adultos mayores del país está en pobreza, según datos reportados por la asociación civil Convite. «Más de 70% se encuentra inactivo. Un porcentaje significativo son mujeres dedicadas a las labores del hogar, o a las labores de cuidado de otra persona mayor, de una persona con discapacidad o de niñas, niños y adolescentes en situación de abandono en el país», subraya Francelia Ruiz, directora de proyectos de la organización.
«El día a día de un jubilado o pensionado se va en buscar cómo consigue para sus medicinas y cómo se alimenta. Para eso va donde los hijos, va para acá o para allá, alguien le lleva comida, o un vecino lo ayuda», describe Emilio Lozada, presidente de la Federación Nacional de Jubilados y Pensionados de Venezuela. A veces no puede ni salir a resolver la comida, porque no tiene ni cómo pagar un pasaje mínimo.
Las personas que entrevistaron, explica Ruiz, son profesionales o tienen el bachillerato completo. Durante su época más activa cotizaron en el Seguro Social para tener una pensión de vejez y hoy «se encuentran prácticamente en situación de indigencia, según sus propias palabras».
Ocho de cada 10 perciben ingresos de 1 a 10 dólares al mes. Dependen de la caja o bolsa CLAP, o de las bonificaciones que entrega el Estado «y que son irregulares, con montos reducidos y que implican un control político», detalla Ruiz. Un 42% han reducido sus porciones de comida.
Se encuentran en la disyuntiva de comprar alimentos o medicamentos, porque el dinero no alcanza para ambos. «Se ven vulnerados dos derechos: el derecho a la vida, porque si no se alimentan adecuadamente se van a enfermar y se van a morir, y el año pasado ya lo vimos cuando dos hermanos murieron por inanición en Caracas»; y si no adquieren los medicamentos no pueden controlar sus enfermedades. Aunque 78% usa algún tipo de medicamento solo 5% lo adquiere con facilidad.
En los centros de atención «tienen restricciones para acceder a los alimentos, no los consiguen con la misma regularidad y cuando los consiguen están a costos muy elevados», detalla. También «han debido reducir las porciones de los alimentos, la cantidad de comida y han comenzado a depender de donativos, sobre todo de medicinas, para poder atender a la población».
Más de 5% están en situación de abandono, con historias tan terribles como esta: «Una señora a quien su hija la llevó un viernes, le dijo que iba para una fiesta y que regresaba para buscarla el lunes; de eso han pasado más de tres años y nunca fue su hija a buscarla». Otros casos: «Personas que dejan a sus padres y dan datos que luego, cuando los adultos se enferman, y los responsables del centro de atención intentan comunicarse con sis familiares se encuentra con que son direcciones falsas, números de teléfono falsos».
Hay adultos mayores que están en sus viviendas, igualmente abandonados. «Hijos que se fueron del país y desde hace más de un año no saben de ellos, personas que dejaron de recibir las remesas, se quedaron sin tener siquiera un grupo de referencia con el cual apoyarse para satisfacer sus necesidades más básicas», ilustra Ruiz. Incluso, ni ropa. El jubilado o pensionado «se viste con el trapito que le queda», admite Lozada.