Comercios y oficinas que trabajaron menos o cerraron sus puertas, además del alejamiento de inversionistas, son dos consecuencias previsibles de las balaceras registradas hace una semana en Caracas, explicó José Gregorio Yépez en su programa “Con los pies planos”
“Todo lo que no parece economía también lo es”, afirma el periodista José Gregorio Yépez al analizar el impacto de las bandas delincuenciales de la Cota 905. “Los enfrentamientos armados le pusieron una pistola en el pecho a la economía venezolana” y así “quedó evidenciado en la ciudad de Caracas” la semana pasada.
Según el análisis que ofreció durante su programa “Con los pies planos, la megabanda de El Koki también es un problema económico.
Recordó que la ciudad “estuvo en jaque”, y pese a encontrarse el país en una semana de cuarentena flexible, los comercios y oficinas se vieron obligados a cerrar temprano para llegar pronto a la casa. “El temor a que el paupérrimo y ya deficiente transporte público dejara de funcionar” hizo que empresas y negocios “desalojaran a sus empleados, interrumpiendo así la semana laboral”.
Los comercios, por ejemplo, “perdieron por lo menos dos días de trabajo”, y ni siquiera los buhoneros pudieron trabajar. Los locales en el mercado de El Cementerio no pudieron abrir sus puertas “y hoy están sufriendo las consecuencias de unos consumidores que tienen miedo de ir a la zona por el temor a quedar en el fuego cruzado”.
Yépez también pregunta si puede haber inversionistas interesados en traer sus recursos a un país cuya capital es paralizada por una megabanda.
Esto ocurre en un país en el que el aparato industrial trabaja a menos de 20% de su capacidad instalada “porque el consumo se ha deprimido”. Venezuela es un país petrolero sin combustible, y donde los cortes de energía eléctrica impiden el trabajo.