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miércoles, 27 noviembre, 2024
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Alejandro Luy: No se debe promover el uso de leña como solución a la escasez de gas y las fallas eléctricas

Vanessa Davies

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“Lejos de pensar en donde obtener leña para cocinar hay que pensar en cómo solucionar el problema eléctrico y el suministro de gas”, advierte el biólogo y director de la Fundación Tierra Viva. “Al talar árboles para obtener leña estamos atentando contra la salud hoy y a futuro”

Cocinar con leña es un retroceso. Como biólogo, Alejandro Luy puede afirmarlo con propiedad. Por la falta de gas muchos venezolanos se han visto obligados a talar los árboles cercanos para preparar los alimentos. Luy, director de la Fundación Tierra Viva, lideró una investigación cualitativa que permitió determinar que la tala se está convirtiendo en un nuevo problema ambiental.

“En diferentes partes de Venezuela empezaron a haber reportes, junto con la falta de gasolina, de la opción de cocinar con leña. Empezaron a aparecer señales en diferentes lugares y eso se vio incrementado por unas declaraciones dadas por Dante Rivas (geógrafo y exministro de Ambiente), en el estado Nueva Esparta” que “alabó el hecho de que la gente estaba usando un sistema elaborado de manera casera para usar leña para cocinar”, indica Luy en entrevista vía zoom con contrapunto.com.

“Ese tipo de alerta en toda Venezuela y estas declaraciones nos instaron a averiguar qué estaba pasando, porque la preocupación nuestra es que, así como el problema del agua o el de la electricidad inicialmente fueron casos aislados en algunos municipios y en algunos estados y de pronto nos afecta a todos los venezolanos”, la leña también “puede convertirse en algo grave, y es mejor que empecemos a ver y empecemos a alertar”.

Para hacer el estudio “enviamos una sencilla encuesta a muchas personas en Venezuela; al final nos contestaron 79 personas, y cuando preguntábamos sobre los problemas de gas, nos decían algunos que el problema de suministro de gas no era exclusivamente de la pandemia, sino que era un problema que tenía uno, dos y hasta tres años; sin embargo, es en este tiempo de pandemia que ha cobrado mayor fuerza”.

Este es un fenómeno nacional, pero como lo aclara Luy, la investigación es cualitativa y no pueden decir qué porcentaje de la población cocina con leña. Sin embargo, en ciudades como Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, Maracay “hay gente cocinando con leña” y eso es notorio, porque no se trata de áreas rurales: “Está empezando a ocurrir en las ciudades”.  

En otro estudio el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) señala que más de 50% de la población utiliza leña. “Después de la electricidad, el segundo método que más utilizan para cocinar es la leña. Es preocupante”.

A Luy le inquieta especialmente lo sucede que la isla de Margarita (Nueva Esparta), en el estado Mérida y en Zulia. “Hay regiones donde esto está exacerbado”. Refiere la venta de leña en el comercio informal de Barquisimeto (Lara) y en las carreteras de Falcón.

En Chichiriviche y en Nueva Esparta “el manglar es una de las especies que más demanda está teniendo. En Falcón, ante la ausencia de gas, la población va por los canales y la mayor cantidad de árboles que hay son manglares. Igual pasa en ciertos sectores de la isla de Margarita”.

De seis lugares la gente saca la leña. “En primer lugar, del patio de las casas. En segundo lugar, de terrenos baldíos cercanos. La tercera es lo que podemos llamar ‘madera muerta’; nos reportaron que en el estado Sucre la gente estaba empezando a quemar los muebles viejos. En Bejuma, que fue una zona de muchos cítricos y los cítricos han muerto por causa de una enfermedad (el dragón chino), esos árboles muertos están siendo cortados para uso de leña”. En ciertas zonas más urbanas “los árboles de las urbanizaciones están siendo envenenados para que se mueran y usarlos como leña. El comercio formal e informal de la leña está creciendo y la preocupación es que el comercio formal a lo mejor está regulado, pero el comercio informal no debe estar alimentándose de cualquier lugar; debe estar alimentándose de áreas con suficiente leña y pueden ser áreas naturales protegidas”.

Luy advierte que “áreas naturales protegidas están siendo utilizadas para sacar leña”, como el Parque Nacional Henri Pittier, el Refugio de Fauna de Cuare y el Parque Nacional Morrocoy.

Sobre el envenenamiento de árboles, el biólogo señala que “hay una responsabilidad de toda la comunidad”.

“El uso de leña parte de una necesidad de la gente para cocinar”, enfatiza. “Si no tengo electricidad y no tengo gas, y tengo que cocinar, uso leña. Aquí viene la respuesta cortoplacista frente a un problema: Si hay unos árboles alrededor de mi urbanización, olvídate del urbanismo. Puede haber una complicidad de los mismos vecinos. Es una situación muy grave, porque están atentando contra la calidad de vida. Si ni siquiera tengo patios arbolados, y tampoco tengo árboles afuera, estoy empezando a construir pequeños desiertos que me rodean, aumentando la temperatura” y sumando el efecto negativo sobre la salud.

“Muchas áreas protegidas de Venezuela están cerca o alrededor de centros poblados. Si sumas esa condición con la condición de que no existen suficiente mecanismo de vigilancia y control para poder mantener esa distancia y que no haya esa demanda, en principio serían muchísimas” las afectadas por esta práctica. Puede haber en el Parque Nacional Ávila, también en San Esteban (Carabobo), sin duda en el Parque Nacional Henri Pittier. “Toda área protegida está cerca de comunidades urbanas”, aun cuando también pueden ser afectadas otras zonas.

No se ha cuantificado el daño, pero los investigadores quieren hacer un trabajo más profundo, focalizado en estados como Nueva Esparta y Lara, para saber cuál es el impacto. Teme que con la tala suceda lo mismo que con el agua, que “empezó en algunos lugares y de pronto lo tengamos en toda Venezuela con un impacto en la deforestación”.

Venezuela “no tiene los mejores índices de número de árboles por habitante” y las políticas públicas nacionales y municipales “han demostrado el poco interés por los árboles en las ciudades”, afirma. “Lejos de pensar en donde obtener leña para cocinar, hay que pensar cómo solucionar el problema eléctrico, el suministro de gas, y en qué políticas podemos hacer para minimizar el impacto de la extracción de leña”.

El problema no se debe esconder; es necesario abordarlo “de manera responsable y que no se promueva el uso de la leña como solución” y elaborar políticas públicas: “Por ejemplo, que se aumente la vigilancia en áreas protegidas”. Apunta, además, que hay impactos diferenciados. “Por ejemplo, el gobierno nacional podría evaluar la priorización de suministro de gas a los habitantes de la isla de Margarita” en caso de que no se pueda resolver para toda Venezuela. El mangle es una especie protegida y los bosques secos “tienen un grado de amenaza mayor”. Con una decisión técnica “puedes minimizar el impacto en una zona, si no puedes garantizarle el gas a todo el mundo”.

A las comunidades les propone “comprar carbón vegetal, que es menos contaminante y está disponible”, y aunque es costoso, se puede usar “porque afecta menos mis pulmones, porque no voy a deteriorar las áreas verdes urbanas que, a mediano plazo, las voy a necesitar. Un árbol que tales hoy no se va a recuperar sino en varios años”.

“La primera recomendación es no talemos lo poco que nos queda; mantener nuestros espacios verdes y buscar las soluciones”.

No es solo la salud hoy. Es la salud a largo plazo, asevera. “Al talar árboles para obtener leña estamos atentando contra la salud hoy y a futuro”.

Las consecuencias de esta tala con nefastas. “La primera consecuencia es la pérdida de vegetación”, con lo que se crean “suelos desnudos, y cuando vengan las lluvias eso puede causar barriales importantes que generan impacto en la población”. Afecta también la producción de agua.

“En los suelos desnudos, donde van a crecer gramíneas, cuando venga la época de incendios los incendios serán más fuertes”. En las ciudades “tumbar los árboles crea más centros de calor, porque no tienes árboles que te protejan de las altas temperaturas y un árbol no se sustituye de un día para otro”.

Encima, las personas se enferman. “El uso de leña no es un avance; es un retroceso. Implica mayor afectación a pulmones, sobre todo si se usa para hacer la comida en un espacio cerrado. Y los mayores afectados son mujeres, niños y adultos mayores”. La OMS ha mencionado que el uso de leña aumenta la susceptibilidad de los niños de sufrir de neumonías. “Nuestros niños, nuestros ancianos se van a afectar más por el uso de la leña. Tenemos efectos ambientales, efectos en la salud simplemente por un problema que requiere atención, porque la gente necesita cocinar sus alimentos, pero hacerlo de la peor manera va a generar más daño a mediano y largo plazo”.

Un árbol talado, dependiendo de las especies, puede tardar “no menos de cinco años. Hay árboles de rápido crecimiento, pero no te van a dar la sombra que te da un samán, que puede tardar decenas de años para ponerse frondoso, o un jabillo, o un caobo, que pueden ser algunas especies susceptibles porque están en urbanizaciones”. Su mensaje es contundente: “Hay que evitar la tentación de atentar contra los árboles que tenemos en las ciudades” y proteger los bosques.

El Ministerio de Ecosocialismo debería hacer campañas educativas para demostrar el impacto de la leña en la naturaleza y en la salud, y para motivar la conservación y no el uso de la leña. “A lo mejor no tiene la solución para que haya gas, pero sí puede promover la vigilancia, porque tiene guardaparques, tiene una responsabilidad de vigilancia y control, tiene una red de sistema público de medios para mandar mensajes sobre lo negativo de la leña”.

El que tala un árbol para conseguir leña puede incurrir en delitos administrativos y penales. El que esté sacando leña para consumo o para comercio informal está cometiendo un acto delictivo. Ese debería ser otro motivo para que las autoridades en materia ambiental estén pendientes.

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