Hay «una cadena de eventos desafortunados que se van sumando y que facilitan la transmisión» de la Covid-19, alerta la infectóloga Patricia Valenzuela, integrante de la directiva de la Sociedad Venezolana de Infectología
Apagones o fluctuación del servicio eléctrico. Agua ausente o, con suerte, racionada. Colas para echar gasolina. Los primeros dañan electrodomésticos; la segunda impide la correcta higiene; la tercera parece insólita en un país productor de petróleo. Pero hay un elemento adicional en tiempos de pandemia: ¿Qué impacto tienen las fallas de los servicios públicos en Venezuela en la transmisión de la COVID-19?
Por la crisis de los servicios públicos hay «una cadena de eventos desafortunados que se van sumando y que facilitan la transmisión» del coronavirus, alerta la infectóloga Patricia Valenzuela, integrante de la directiva de la Sociedad Venezolana de Infectología.
«Una de las principales medidas de prevención es el lavado de manos, y el venezolano no tiene cómo lavarse las manos. No tiene agua ni jabón. Cuando tienes las manos visiblemente sucias, salpicadas, manchadas, tienes que usar agua y jabón», señala.
El pasado 21 de septiembre el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) difundió los resultados de su más reciente estudio en 10 ciudades del país, según el cual 86,4% de los encuestados reportan fallas en el suministro de agua. Esas fallas obligan a asumir estrategias como: almacenamiento (56,7%), pago de camiones cisterna (18,5%), trasladarla desde otros lugares (12%) y compra de agua embotellada (10,5%).
La escasez de gasolina obliga a la gente a concentrarse en colas de horas en Caracas, y de días en el interior del país. «La gente dirá: ‘Bueno, te quedas en tu carro’. Pero no. Te vas a bajar, vas a hablar con el otro y vas a comentar la pesadilla de lo que has vivido. Es inevitable porque es la idiosincracia del venezolano, le gusta hablar con el que el tiene al lado haciendo la cola de lo que sea», explica Valenzuela.
En esos contactos se abandona el tapabocas, no se guarda el distanciamiento físico.
Las fallas de luz son muy graves, indica la médica, porque las plantas eléctricas no necesariamente funcionan y eso puede causar calamidades: La peor es el fallecimiento de pacientes «porque la planta eléctrica no prendió o se retrasó el encendido». Además, las plantas necesitan combustible y hay escasez de combustible.
Al no haber electricidad «las bombas de agua en los edificios y en las casas no funcionan», y la falta de agua impide que las personas tomen las medidas necesarias para protegerse.
Es la minoría de la población la que tiene planta eléctrica. La mayoría (4 de cada 10) solamente pueden esperar que la luz regrese, y 30% recurre a las velas, describe el Observatorio.
Todo lo que implique cercanía es complicado porque facilita el paso del coronavirus de una persona a otra. La escasez de combustible, la de agua y la ausencia de electricidad se convierten, así, en factores de riesgo para un país que ha pasado más de seis meses en cuarentena.