En esta vía sigue la oferta de electrodomésticos y muebles para el hogar, pero falta el otro eslabón de la cadena: los compradores. Con un salario mínimo de poco más de un dólar los comercios se enfrentan a la otra epidemia: la del empobrecimiento de la población
Ver tantos muebles juntos, tantas neveras y hornos en exhibición, la reunión de tantos años de trabajo y tradición familiar realmente es una alegría para los ojos. La avenida San Martín fue uno de los corazones comerciales de Caracas, de un comercio muy específico y por tramos: Desde El Silencio y hasta la plaza Capuchinos, venta de muebles y electrodomésticos; entre esaplaza y la iglesia Nuestra Señora de Lourdes (plaza Italia), ferreterías.
De ese pasado glorioso sobreviven los inventarios. En las tiendas hay de todo y en dólares: colchones matrimoniales de 90 dólares en adelante, neveras de 380 dólares hacia arriba, televisores a precios varios. Pero falta la otra cara de la moneda: los compradores.
En otras zonas de Caracas, como el bulevar de Sabana Grande y sus zapatos de 5 dólares en adelante, no cabe una aguja por la cantidad de gente. No así en la avenida San Martín, donde la mercancía cuesta más y el sueldo mínimo de poco más de 1 dólar solo alcanza para un par de guantes comprados a los buhoneros en la calle.
El coronavirus es, aquí, el mal menor. Aun cuando la parroquia San Juan ocupó el tercer lugar en número de casos -oficialmente admitidos- el pasado miércoles 9 de septiembre, la realidad es que los comercios viven su propia pandemia. En una de las cuadras largas entre la bajada de El Silencio y el comienzo de San Martín había 18 negocios cerrados de 35 establecidos.
Hay estrategias para captar compradores, claro. Como los combos de carne, combos de pollo, combos de charcutería, combos de quesos. En San Martín consigues el combo que quieras. Si puedes darte el gusto de una parrilla, la consigues en 10 dólares con refresco incluido. En una charcutería te venden un combo Premium en 20 dólares que se permite hasta 250 gramos de un alimento que se volvió un lujo: tocineta. Y los contrastes, por supuesto: a pocos metros de esa oferta, una mujer intentaba pasar una tarjeta de débito para comprar el pan más barato.
No hay agua más cara que la que no se tiene. San Martín es prueba fiel: un pipote de 180 litros ya va por 17 dólares, un pipote de 80 litros no baja de 12 dólares y lo más económico es un tobito por un dólar. A tres cuadras de esos precios un hidrante manejado por los vecinos es el que surte de agua a una zona sedienta y sin servicio constante.
Este jueves 10 de septiembre, hay un sol de agua sobre Caracas y en las esquinas de San Martín se puede escuchar la queja, en todos los tonos, por la escasez de gasolina. «Acabaron con todo estos cdsm», dice un vendedor durante una conversación telefónica. La falta de combustible condiciona el envío de cualquier mercancía: 15 dólares y más. Todo es negociable.