Centenares de personas van y vienen en busca de los mejores precios. A diferencia del este de Caracas, aquí no hay escudos faciales sino tapabocas mal amarrados y usados hasta el cansancio
Llegar al Mercado Mayor de Coche es una incertidumbre, una ecuación que solo se aclara cuando recorres la Avenida Intercomunal de El Valle y logras pasar las alcabalas que intentan frenar el avance del coronavirus. La primera es de la Policía Nacional Bolivariana (PNB), que observa cada vehículo de transporte público o particular como si fuese un tanque de guerra. Posiblemente tienen razón, pero su lucha es contra un adversario que no pueden ver. Contra el virus no hay pistola 9 milímetros, no hay fusiles que valgan. 76 casos en El Valle y 19 en Coche, reportados oficialmente el miércoles 19 de agosto, pondrían en alerta a cualquiera, harían desistir de un viaje a ese lugar… pero no en Venezuela.
Ya el muchacho del por puesto había hecho la advertencia en la parada: «Los dejamos en el mercado si nos dejan pasar. Si no, se quedan en el puente». Es decir, a más de un kilómetro de distancia. Tres puestos pagados con un dólar y con 220 mil bolívares de vuelto.
La cola para acceder a la autopista por Plaza Venezuela hizo desistir al conductor. Ese es, claramente, un mecanismo de disuasión: te lo pongo difícil para que no salgas de tu casa en carro. Pero los por puestos están acostumbrados a manejar contra la corriente, y de inmediato buscó otra ruta que lo puso, en minutos, al comienzo de la Avenida Intercomunal de El Valle.
Así ingresamos a las parroquias con más casos de COVID-19: El Valle y Coche. Al por puesto lo recibió la cola generada por la alcabala de la PNB. Pero a las 10:28 de la mañana la unidad entró a un territorio en guerra.
El paisaje era el mismo de siempre: mucha gente en la calle, solo los comercios de alimentos con las puertas abiertas. «Hay paso hasta las 4 de la tarde», contó una pasajera, mejor enterada de los detalles del día a día con la pandemia. Para salir de Coche hacia El Valle pedían papeles; no así para el recorrido contrario.
El Mercado de Coche es una realidad contra la cual no hay autoridad que pueda. No hay uniforme que pueda derrotar a un «háaaaaaaaaablameeeee» con el que los vendedores ambulantes ofrecen chocolates, toallas sanitarias, medias, catalinas, jengibre, lo que sea. De las dos cabinas de desinfección hay una operativa. Entre centenares de personas solo tres tenían los escudos faciales, que son norma en el este de Caracas: dos compradores y el «recepcionista» de un expendio de quesos.
«Coche es otro mundo… Bueno, el mercado de Coche», afirma el responsable de un puesto de venta de hortalizas. Es otro mundo para la epidemia, es otro mundo para la economía, es otro mundo para los precios. La papa, este jueves 20 de agosto, costaba entre 100 mil y 200 mil bolívares el kilo. La cebolla, entre 240 mil y 320 mil. Tres dientes de ajo a cambio de 100 mil bolívares, y un kilo de tomate de 300 mil bolívares en adelante.
El dólar es moneda de curso legal, y por eso las ofertas son en dólares. Un kilo de leche en polvo de la que los beneficiarios del CLAP califican de «chimba» se consigue en 3 dólares. Ocho plátanos a cambio de 1 dólar, y por el mismo monto un combo que consiste en una bolsita de café y otra de azúcar.
En otra zona del mercado venden los que antes se conocían como «manteleros». Un yesquero se ofrece en 50 mil bolívares, y las pantaletas conocidas como «cacheteros» se tasan en un dólar. A ese lugar llegaron varios funcionarios a decir que recogieran: «Esto es un mercado mayorista, esto no es Catia», exclamó uno de ellos. «Hambre», musitó uno de los vendedores en la pescadería donde el pescado salado se ofrece en 300 mil bolívares. «Hambre tengo yo», respondió uno de los funcionarios, con una bolsita con comida en las manos.
Este es el sector donde se venden sacos de 40 kilos de cebollas en 3,9 millones de bolívares, y de papas en 6 millones de bolívares.
-¿No tienes miedo de enfermarte?
-No tanto- responde un muchacho que pone frutas en bolsas y no tiene el tapabocas ni como babero. Aquí estamos a un metro de distancia.
Otro vendedor, también sin tapabocas, también con ese desparpajo del Caribe ante las adversidades, ofrecía sus hortalizas y sus palabras. «Yo vivo en Coche y eso está lleno» de COVID-19, comenta con esa mirada de miedo y de travesura. Está al lado de una mujer que admite que sí, que el coronavirus mata y ella lo sabe de primera mano.
«Sargent, necesito entrar a buscar ají», explica un hombre, retrato de la humildad, que intenta pasar al Mercado cerca del mediodía. Le replica un militar: «Espera que ellos salgan».
El por puesto de regreso, 50 mil bolívares por persona, no tiene salida directa a la autopista. Le toca subir por Tazón hasta la zona 43 de la Guardia Nacional Bolivariana para volver a bajar. Todos juntos. Todos hermanados en el riesgo. Todos unidos en la urgencia de vivir.