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jueves, 28 marzo, 2024
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Tulio Olmos: «Esta lección que nos dio el coronavirus nos tiene que sacar de la zona de confort»

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El filósofo y profesor universitario, vicepresidente de la Asociación de Profesores de la UCV, afirma: «Los venezolanos necesitamos reencontrarnos y esta es una oportunidad impostergable. Oposición y gobierno tienen que atender el clamor de un pueblo que ha respondido con mucha madurez y responsabilidad a esta nueva crisis, que además fue sobrevenida»

Los filósofos se han visto asediados por miles de preguntas, y los venezolanos no son la excepción. Tulio Olmos, filósofo y profesor de la UCV, no se salvó de las interrogantes. En entrevista con contrapunto.com vía whatsapp, el primer vicepresidente de la Apucv advierte que, «si no cambiamos, el viejo Darwin de nuevo tendrá razón y las leyes de la naturaleza de nuevo nos colocarán al borde del abismo».

-¿Qué lecciones nos deja, como especie, la pandemia de coronavirus?
-En primer lugar debo confesar, para que se comprenda mi respuesta, que me defino como un optimista por disciplina, lo cual explica que soy un convencido de que la humanidad no va a ser la misma después de esta pandemia, y por varias razones: la primera de ellas es porque, para bien o para mal, nos sorprendió a todos por igual, y el hecho de no haber estado preparados para una situación como esta nos ha obligado a aprender sobre la marcha y de forma muy rápida varias cosas. Una, que por supuesto no somos invulnerables; es decir, ningún país, por desarrollado que sea, estaba preparado para paralizarse de la forma en que lo hemos tenido que hacer.

Todas, absolutamente todas las actividades del planeta se han visto afectadas en mayor o menor grado, y ello es una muestra de la capacidad de adaptación que tenemos. Una vez más estamos demostrando como especie que el viejo Darwin tenía razón: estamos al final de la cadena evolutiva, y lo que en un principio aparentaba ser una gran desafío por lo que representaba paralizar la actividad económica que mueve al mundo, en lo doméstico no deja de ser otro desafío y quizá aún mayor: mantenernos en casa, las 24 horas por siete días a la semana, es quizá el más grande obstáculo que cada uno está resolviendo a su manera y de forma muy efectiva.

Si hubiésemos hecho el ejercicio de ficción de imaginar una situación semejante hace unos años, seguramente la respuesta se parecería mucho a lo planteado por Saramago en el Ensayo sobre la Ceguera, siendo sinceros del todo. Creo que nadie imaginó quedarse encerrado en casa por uno o dos meses sin colapsar de alguna manera, y el resultado que estamos apreciando indica que aunque improvisados y obligados nos hemos puesto tácitamente de acuerdo en dos asuntos importantes: uno, la responsabilidad individual está directamente relacionada con la colectiva. En otras palabras, sin dominarlo, hemos respondido al dilema del prisionero de manera efectiva y eficiente: o todos colaboramos o perecemos todos, no hay lugar para salidas intermedias ni individuales. El grupo, la especie depende de la conducta responsable de cada uno de sus individuos. La anterior es precisamente la segunda razón por la que soy optimista, porque el desempeño que estamos dando es sin duda alentador, más allá de las estadísticas, más allá del pesimismo apocalíptico, si observamos la respuesta colectiva ha sido satisfactoria y exitosa.

-¿Cuáles son los dilemas éticos que se nos abren, en Venezuela y en el mundo, ante una crisis como la causada por el coronavirus?

-Si hay algo que nos preocupa como profesionales de la Filosofía son precisamente los dilemas éticos, porque primero que nada son grandes encrucijadas en las que nos encontramos en algún momento de nuestras vidas y cuya solución implica una decisión individual a un problema que puede ser colectivo o individual, pero el hecho de que cada dilema sólo pueda ser resuelto de forma individual deja al descubierto lo que algunos colegas han llamado la soledad del hombre; es decir, allí donde tenemos que tomar una decisión trascendental que probablemente determine el resto de nuestra vida, en ese momento estamos solos frente al dilema y por mucha ayuda que pidamos, por mucho apoyo que tengamos, la decisión y la ruta para salir del dilema solo se halla en nosotros mismos y esa soledad puede ser abrumadora.

Ahora bien, los dilemas con los que se está enfrentando la humanidad son más o menos los mismos que como especie hemos venido atendiendo a lo largo de nuestra historia: en primer lugar, el de la vida frente a la muerte y sus implicaciones colectivas frente a las individuales. Los profesionales de la salud que están trabajando en hospitales y centros de salud a diario deben enfrentar una encrucijada para la que quizá no estaban del todo preparados, porque una cosa es saber que el juramento hipocrático obliga a hacer todo lo posible para mantener la vida, y otra muy distinta es tener que elegir entre pacientes a quien atender y a quien no. De nuevo la decisión no solo no se presenta fácil de tomar, sino que implica decidir entre la vida y la muerte de nuestros semejantes que por alguna circunstancia se contagiaron.

Otro dilema clásico que se presenta es el de la confrontación entre lo colectivo versus lo individual y su relación con la libertad frente al determinismo. De nuevo se trata de elegir entre el bien individual frente al colectivo, y lo que pareciera una decisión fácil, se complica si enfrentamos las necesidades individuales contra las del colectivo. Lo que beneficia a un colectivo no necesariamente beneficia a todos los individuos, sobre todo cuando ese bien común no había sido definido con anterioridad y sin embargo, lo que estamos presenciando es un claro ejemplo de consenso tácito, no hemos realizado ninguna elección, ninguna consulta, ningún referéndum y sin embargo todos estamos acatando en mejor o peor manera la cuarentena, y ello representa un enorme esfuerzo individual que se contabiliza como un esfuerzo mayor como especie.

-¿El mundo realmente va a cambiar con la pandemia?

-Eso espero realmente: que cambiemos sobre todo por la vulnerabilidad que ha representado para la humanidad el que un virus, cuyo origen hasta el momento se desconoce realmente, pero sobre todo, por lo importante que ha significado esta pausa obligada que hemos tenido que cumplir. Por disciplina optimista pienso que una buena parte de la humanidad va a valorar una serie de aspectos que hasta ahora hemos estado sacrificando en aras de la productividad, como el tiempo libre, la necesidad de hacerle saber al otro que es importante, y la necesidad de solidaridad, porque una cosa es saberlo por formación y otra cosa sentir la necesidad de dar y pedir ayuda.

– Si piensa que eso es así, ¿qué cosas cree que cambiarán?

-En mi opinión deberían cambiar al menos algunos de los siguientes puntos de vista de la humanidad. Por ejemplo, precisamos controlar nuestras convicciones sobre el valor de la investigación científica. Si bien es cierto que la investigación científica es necesaria e imprescindible como instrumento de construcción de soluciones a grandes problemas, no menos cierto que es muy probable que el origen de esta pandemia se pudo deber a un descontrolado uso de la ciencia. Por otra parte, no podemos dejar de tener en cuenta que nuestras convicciones sobre los derechos individuales han tenido un gran auge en los últimos años, pero ello no debe opacar la necesidad de tener en cuenta la importancia de construir propuestas e incluso utopías de gran calibre, como por ejemplo un mundo sin combustibles fósiles o sin armas, por ejemplo.

Otro aspecto que debería ser revisado por todos es la necesidad de tiempo libre, para las economías desarrolladas pero sobre todo para los países en vías de desarrollo. El dilema entre productividad versus eficiencia debe ser redefinido, necesitamos más tiempo libre para desarrollar lo que la pandemia nos obligó: a buscar en nuestros sentimientos, en la necesidad de valorar el valor de lo humano sobre lo material y económico.

-¿Y qué pasará si no cambian?

-Si no cambiamos, el viejo Darwin de nuevo tendrá razón y las leyes de la naturaleza de nuevo nos colocarán al borde del abismo. Desde mi perspectiva optimista, esta oportunidad de recapacitar sobre lo que estamos haciendo con el planeta fue el resultado del uso desenfrenado de la tecnología y como especie tenemos una oportunidad de oro de hacer, no creo que grandes cambios, pero algunos pequeños cambios que permitan a la humanidad corregir algunos de sus errores. ¿Cuáles son estos pequeños cambios que necesitamos hacer? Podemos comenzar con reducir realmente la jornada de trabajo; también podemos dejar de usar fosfatos en los detergentes, necesitamos transitar hacia la disminución de uso de combustible fósil, es importante reducir el consumo de pulpa vegetal para producir tanto papel, entre otros.

Pero fundamentalmente, como especie, debemos aprender a enfocarnos frente al mundo de una manera más amable con el prójimo y con el ambiente. Necesitamos plantearnos una nueva utopía, que nos devuelva el sueño de vivir sin armas, sin amenazas de fuerza, sin pobreza, sin hambre y sin enfermedades asociadas a la pobreza o al estrés.

A group of Venezuelans board a bus back to their homes after completing the quarantine at the border with Colombia in Ureña, Tachira, Venezuela, 16 April 2020. EFE / Johnny Parra

-Venezuela estaba en una crisis a la que se le suma esta crisis. ¿Qué reflexiones debemos hacer los venezolanos sobre estas crisis superpuestas?

-Que confiarnos sin fundamentos es lo peor que podemos hacer. Esta lección que nos dio el coronavirus nos tiene que sacar de la zona de confort y obligarnos a pensar en la próxima crisis. No se trata de adoptar una perspectiva apocalíptica, sino al contrario: desde una visión realista de la vulnerabilidad de la humanidad, construir un nuevo sistema de creencias más cercano a nuestra propia trascendencia. Somos una especie con posibilidades casi infinitas de permanecer y perpetuarnos pero esa característica no puede hacernos creer que somos omnipotentes. A menudo la sencillez de una idea la hace poderosa, no necesitamos hacernos grandes expectativas, podemos plantearnos lo importante de lo que significa la solidaridad o la sensatez frente a nuestras diferencias políticas.

Los venezolanos necesitamos reencontrarnos y esta es una oportunidad impostergable. Oposición y gobierno tienen que atender el clamor de un pueblo que ha respondido con mucha madurez y responsabilidad a esta nueva crisis, que además fue sobrevenida.

-Crisis como la del coronavirus parecen demostrar que los intelectuales no son necesarios… ¿O sí lo son? ¿Para qué lo son?

-Primero que nada no me gusta la división entre intelectuales y otros, porque en estos tiempos modernos los humanos nos hemos vuelto multifacéticos, somos buenos padres y buenos gerentes, podemos pasar de una reunión de alto nivel científico a tener que negociar el costo de un trabajo de plomería. Pero sin duda considero que el papel de los intelectuales hoy más que nunca se hace necesario, porque esta crisis ha dejado al descubierto toda una serie de carencias y evidencias que no teníamos tan presentes, por ejemplo, la propiedad intelectual está cambiando vertiginosamente,  grandes cadenas de televisión por suscripción y de radio exclusivas han abierto su señal al público en general, las bases de datos especializadas están permitiendo acceso moderado, las compañías de seguro están flexibilizando sus estándares, se han generado espontáneamente redes de apoyo psicológico, poetas y escritores liberan sus contenidos, profesores dando clases por internet para que sus alumnos no pierdan el ritmo y se mantengan animados, en fin, los intelectuales así como los científicos y técnicos, están haciendo su mayor esfuerzo para adaptarse a estas nuevas circunstancias que suponemos van a cambiar pero que no sabemos cuándo ocurrirá y mientras tanto, necesitamos darle respuesta a tantas interrogantes que surgen.
Si hay algo que me da satisfacción es saber que cada uno está haciendo lo que puede de la mejor manera para salir triunfadores de esta crisis.

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