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miércoles, 24 abril, 2024
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Rafael Simón Jiménez: Seguimos en el empate catastrófico entre un gobierno malo e impopular y una oposición que no ofrece alternativas

Texto, fotos y videos: Vanessa Davies

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«El capitalismo salvaje ha terminado siendo la fase superior del socialismo del siglo XXI», critica el dirigente político. «Están dadas las condiciones objetivas» para un cambio, pero falta «el factor subjetivo, el líder, la organización, la narrativa, la convocatoria»

Picante de verbo, punzante en el análisis, Rafael Simón Jiménez parece que no puede vivir sin la política. Este dirigente barinés observa el país desde la estatura de sus años y la llaneridad de su historia. Rememora la crisis política de los años 1990 y admite que en ese momento «a uno le daba pena decir que era político».

«Algún encuestólogo dijo que estamos atrapados en el foso. Si bien es cierto que el país no sigue cayendo, los indicadores económicos están estabilizados, pero están estabilizados en un país que ha perdido las dos terceras partes de su Producto Interno Bruto; en un país que pasó de una hiperinflación brutal a una inflación de las más altas del mundo. Y, desde el punto de vista político, hay lo que llaman el empate catastrófico», señala Jiménez, integrante del grupo de opinión «Pongámonos de acuerdo», en conversación con contrapunto.com.

-¿Quiénes están empatados?

-Un gobierno muy malo, impopular, que tiene bajísimos niveles de aceptación y de apoyo; y una oposición que no ofrece alternativas. Por eso es que la crisis venezolana es tan profunda. Hay países que han vivido situaciones peores, pero donde quiera que ha habido situaciones peores siempre ha habido una alternativa, siempre ha habido una salida, siempre ha habido una propuesta alternativa que de alguna manera cataliza la crisis y le da a la gente la certeza de que se puede conquistar un país mejor. Los venezolanos hoy están sumidos en la incredulidad, en el desconcierto, en el cuestionamiento de todos, en una profunda desconfianza con la clase política. Y bien ganada esa desconfianza. Es la situación que tenemos y que hay que revertir si queremos que 2024 sea la oportunidad de un cambio político.

-¿Los dos bloques políticos están igual de mal?

-Creo que están igual de mal. Lo que pasa es que a uno se le ven más las costuras.

-¿A quién?

-A la oposición, por el conflicto interno que tienen y por lo variopinto, por lo confuso. Con la espita que se ha abierto con las elecciones primarias se ha puesto en evidencia los ataques de unos contra otros, las controversias, las acusaciones. Una serie de situaciones que revelan una situación muy seria. En el chavismo «la procesión anda por dentro». El chavismo tiene problemas de la misma entidad. Eso que llaman el chavismo histórico, que no es una cúpula, es el pueblo chavista que alguna vez se sintió representado y redimido por Chávez, siente que esto no es nada, que es una caricatura de lo que Chávez planteó, que es una negación de lo que Chávez planteó. Ves que la izquierda que acompañó incondicionalmente al chavismo, encabezada por el Partido Comunista, por la disidencia del PPT, ahora comienzan a plantearse si esto es por lo que ellos lucharon; si este esquema económico de un capitalismo neoliberal salvaje es la alternativa. Algunos dicen que el capitalismo salvaje ha terminado siendo la fase superior del socialismo del siglo XXI. Lo peor de lo peor. Y eso ha terminado de crear una situación de conflictividad puertas adentro del chavismo.

Si mira hacia el pasado -porque usa la historia «como herramienta para el análisis político»- Jiménez indica que en varios momentos ha habido liderazgos de recambio, y que la década de 1990 fue de búsqueda para los sectores populares que se desencantaron de Acción Democrática «hasta que aparece Chávez, que fue el gran catalizador de la crisis, y la gente ve en Chávez lo que vio en Betancourt, lo que vio en los líderes de Acción Democrática en el pasado. Bueno, esa masa está al descampado, esa masa no tiene referentes porque no hay ningún líder de la oposición que centre su discurso en el tema de la pobreza, en el tema de la igualdad de oportunidad, en los temas sociales».

Como barinés, desmenuza la victoria electoral de la oposición en Barinas en noviembre de 2021 y enero de 2022. «La abstención castigó más al chavismo que a la oposición, como pasó en el referéndum de 2007, que ganó el ‘no’ a la reforma porque 2 millones de chavistas no votaron». Con base en estos referentes señala que el pueblo chavista «no encuentra referentes porque no los hay; el pueblo chavista está a la deriva, está a la búsqueda, está oteando en el horizonte político que insurja un mensaje político que lo movilice, que lo cautive».

-En este momento parece que nadie es responsable de nada.

-En absoluto. De ningún lado. En el caso de la oposición ves cómo pasan del abstencionismo crónico, de un llamado a la desconfianza en el voto, a llamar al voto y sin explicar. No le explicaron a la gente por qué había que abstenerse ni por qué hay que votar. Eso es lo que hace que los líderes se vayan quedando absolutamente solos. Hay una frase que repito, que se las oí a los Montoneros peronistas: «Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes». Creo que aquí tiene que haber una reacción colectiva que genere un nuevo liderazgo, porque es una exigencias. Las crisis terminan resolviéndose a determinados plazos. En el mundo y en Venezuela ha habido transiciones de toda naturaleza. Siempre buscamos ejemplos fuera, pero en Venezuela hubo, en el siglo XX, cuatro transiciones. Una, la transición entre Castro y Gómez, entre compadres, entre amigos, y que después terminó en una dictadura. Después se produce una segunda transición, entre gente de la misma causa, que encabeza López Contreras. Luego se produce un corte histórico el 18 de Octubre de 1945, que es el desplazamiento de los andinos que tienen más de 50 años gobernando. Y luego, el 23 de Enero de 1958. En Venezuela hemos tenido transiciones y ejemplos de transiciones de toda naturaleza.

-¿Cuál nos serviría en este momento?

-Creo que la del 23 de Enero, porque fue posible por una amplísima alianza donde participaron desde la Iglesia católica hasta el Partido Comunista, pasando por todos los sectores de la sociedad. En cierta forma, no el Pacto de Punto Fijo, que excluyó al Partido Comunista, sino la Constitución de 1961. Aunque ya había conflicto el Partido Comunista y el MIR suscriben la Constitución. Se decía que había sido la última manifestación del «espíritu del 23 de Enero».

-¿Necesitamos una Junta Patriótica? ¿Una Constituyente?

-Creo que hay que plantear un amplísimo consenso por el cambio en Venezuela, que agrupe a todos los sectores que están deseando el cambio en Venezuela, que las encuestas los ubican en 80%. Esos son sectores que van desde disidentes del chavismo, indiferentes hasta todas las versiones de una oposición fraccionada y variopinta. Hay que practicar una política de amplísima expresión.

-¿Quién la convoca?

-Esa es la deuda que tiene el liderazgo con el país. Estamos de cara al proceso electoral de 2024 y uno ve una oposición muy fraccionada, muy dividida. Sobre las primarias, siempre creí que era el peor mecanismo que podía idearse si queríamos construir una alternativa para 2024. Pero en algún momento, sobre todo después de que se nombró la Comisión Nacional de Primaria, incuestionable, con ciudadanos ejemplares, uno llegó a pensar que podía ser una alternativa. Pero a la luz de lo que está pasando hoy vuelvo a decir, con seguridad, que de esa primaria no va a salir nada bueno. Ya vez la confrontación interna, ya vez la manera cómo el gobierno se está involucrando directamente en el tema. Incluso, se habla de un recurso que introdujo en el TSJ uno de estos personajes que constituyó un partido pirata por allí. Ves cómo se están construyendo artificios que el gobierno está direccionando.

-¿Va a haber primaria?

-Eso está en el punto de lo imponderable. Lo que está demandando este señor que metió el recurso en el TSJ es que se paralice con medida cautelar porque supuestamente no son amplias, no son participativas. Es un enredo. Además María Corina vive amenazando con que va a implosionar la primaria.

-¿Qué camino le quedaría al liderazgo opositor?

-El camino del entendimiento y el camino del consenso. La palabra consenso está muy desprestigiada. Incluso, le puse un apellido para tratar de diferenciarla: consenso popular. No es un pacto de cúpulas, no es un pacto en el que un grupo de cinco partidos se encierre y diga «este es el hombre», porque eso sería inaceptable y antidemocrático. Sería un gran acuerdo en el que se involucren sectores distintos de la política. Hay una frase que dice que la economía es una cosa demasiado compleja para dejársela a los economistas… Bueno, creo que en Venezuela la política es una cosa demasiado compleja como para dejársela a los políticos. Uno ve un desentendimiento y yo les hago un llamado de atención a las cúpulas, a las élites económicas. Después de algunos tanteos de este nuevo liderazgo de Fedecámaras se han quedado paralizadas defendiendo sus intereses, pensando que pueden obtener beneficios de su statu quo. La Iglesia católica, de profundo respeto para mí, también ha perdido protagonismo. Este país nos interesa a todos. Si el país termina de irse por el despeñadero son los políticos los que van a pagar las consecuencias; es el país completo.

-¿Qué sería «terminar de irse por el despeñadero»?

-Caer aún más en lo económico, lo político, lo social, lo ético. En lo ético nos estamos desbarrancando vertiginosamente. Hay una frase muy común, que es tocar fondo, pero en Venezuela el fondo se va rodando, y nunca tocamos fondo.

-¿Quién puede hacer la convocatoria para un consenso?

-Todos los sectores. La palabra cónclave suena a grupo, pero si lograras una confluencia del movimiento sindical, del movimiento empresarial, de la Iglesia católica, de la academia, de la universidad, de los partidos políticos. Hay que convocar al país. Ese es el gran esfuerzo que toca por hacer.

«La primaria y el consenso no tienen por qué ser antinómicos, contrario; puede haber un punto de entendimiento», enfatiza Jiménez. También hace referencia a un posible outsider y remarca que «no hay que pedirle trayectoria, porque mientras menos la tenga, mejor». Permitir que en la primaria compitan inhabilitados lo califica como «un disparate, porque ¿para qué vas a buscar los puntos de conflicto que pueden terminar en una frustración colectiva de tu propia gente, si puedes poner una figura inobjetable?».

Le ha dado algunas opiniones a Benjamín Rauseo y afirma que tiene algunas ventajas comparativas potenciales, como no venir del mundo de la política. Considera que María Corina Machado, «muy habilidosamente, y hay que reconocérselo, ha sido copartícipe y protagonista de todos los errores de la oposición a lo largo de 23 años y, sin embargo, ha sabido diferenciarse. Eso es una virtud».

En ese momento, y ahora, «están dadas las condiciones objetivas» para un cambio, pero falta «el factor subjetivo, el líder, la organización, la narrativa, la convocatoria». En 1998 «Chávez llenó el espacio que había dejado Acción Democrática, fundamentalmente en lo popular; ese espacio quedó a la deriva con la muerte de Chávez, y no ha habido hasta ahora ningún líder porque nadie le habla al pueblo. Y los líderes que tiene la oposición son prototípicos: se visten igualito, tienen el mismo marketing político, vienen casi todos del mismo sector social».

-¿Cómo ve a Maduro como candidato?

-Muy desgastado por un gobierno muy malo. Muy desgastado.

-¿Debería tener otra opción el oficialismo?

-No veo que pueda haberlo por ahora. Depende del esquema electoral de 2024. Si se logran elecciones con ciertas garantías el gobierno tendría una posibilidad remota de ganarlas, a la luz de las encuestas. Tendría que reeditar la división de la oposición y la abstención, que son factores que lo ayudan. Pero como esos son factores aleatorios, que se pueden revertir, no veo por ahora un liderazgo de reemplazo.

-¿Ve a Maduro como candidato?

-Veo a Maduro como candidato a pesar de lo desgastado.

Cuando se le pregunta por el escenario Barinas, confirma que conoce tanto el caso que tiene «los pelos del cochino en la mano». Le reconoce a Freddy Superlano el haber logrado una victoria titánica, el haber impuesto la tesis de la participación -y persistir en ella- después de que el gobierno lo inhabilitara. Cita al politólogo John Magdaleno y su registro de las transiciones conquistadas con el voto, e insiste en que se necesita una figura de consenso para lograrlo. «Si necesitan un mecanismo para movilizar a la gente, yo les doy una idea: váyanse a los barrios, traten de reconciliarse con el afecto de la gente. En vez de estar improvisando en este tipo de cosas que generan más conflicto y le dan al gobierno la posibilidad de intervenir, activen donde deben activar: en las comunidades donde la gente pobre sufre, donde se ven los padecimientos».

-¿Usted ve el escenario de un triunfo del oficialismo en 2024?

-Si se repite 2018, con alta abstención y división. Es la única manera. O unas elecciones a lo Nicaragua. El gobierno no tiene escrúpulos para hacer cualquier cosa, pero esto que Maduro ha tratado de ganarse también colocan al chavismo en una disyuntiva.

-¿Cuál?

-Si hacen unas elecciones a lo Nicaragua vuelven al aislamiento y a una situación indefendible. Para hacer elecciones con garantías las primeras garantías tienen que dárseles a ellos. Creo que hay que buscar un candidato que sea capaz de garantizar conciliación, entendimiento. No es que el chavismo lo escoja. No es colaboracionismo. Es una persona que le dé al chavismo desplazado del poder todas las garantías y todo el espacio que debe tener.

-¿Fue el rol de Wolfgang Larrazábal?

-Nadie daba medio por Larrazábal. Era el oficial de mayor jerarquía. Pérez Jiménez lo había tenido como presidente del Círculo Militar, como presidente del IND y como agregado naval en la Embajada de Washington. Nadie daba medio por él, y Larrazábal encabezó una transición impecable.

-¿Necesitamos una figura como la de Larrazábal?

-Quizá. Sería mucho mejor que fuese civil. Imagínate 1958, que veníamos de una dictadura militar abierta, y fíjate las reservas que había en las propias Fuerzas Armadas. Yo creo que en las Fuerzas Armadas hay una reserva moral y civilista, en el sentido de entender el rol que está definido claramente en la Constitución.

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