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jueves, 25 abril, 2024
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José Luis Farías: Sin fuerza interna el apoyo internacional vale muy poco para el cambio político

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El dirigente hace un análisis de la coyuntura política en tiempos de pandemia y sostiene que Maduro «es el culpable de que a muchos hombres y mujeres la vejez le haya llegado con hambre». Advierte que si el rechazo de 90% que «hay hacia Maduro» no se organiza y se canaliza hacia el sufragio, tampoco servirá de mucho para quienes aspiran a un cambio político

José Luis Farías sostiene que Juan Guaidó es el referente de la Alternativa Democrática en el país, sin embargo, reconoce que algunas inconsistencias han debilitado su liderazgo.

Al mirar hacia la gestión de Maduro no duda el tildarla de autoritaria, incluso la llama «dictadura» y advierte que al interior del oficialismo «reverberan las contradicciones» y no tienen «base social en la cual afianzarse ni los recursos económicos para construirla de manera clientelar».

La cuarentena radical y su mala conexión a internet condicionaron que la entrevista se hiciera a través de un cuestionario y logramos precisar a través de unas repreguntas algunos aspectos que nos envió el dirigente este domingo en la mañana, antes del pronunciamiento del G4 y otros 23 partidos políticos sobre su no participación en el proceso electoral convocado para diciembre.

Llamada obligada. Es necesario hacer la precisión de su posición ante la decisión tomaba por lo que es asumida como la vanguardia opositora que concentra el apoyo y el reconocimiento internacional. Farías nos contesta vía telefónica y sentencia: «Es lanzarse al foso de la antipolítica».

Minutos más tarde en su cuenta de la red social twitter condensó la idea con este trino:

-Después de lo que ha pasado este año, ¿Maduró ganó la guerra, ganó la batalla o perdió todo?

-Los términos de la crisis política venezolana se han acentuado tanto que hasta cierto lenguaje belicista ha impregnado todo cuanto sucede. Se advierte en detalles de apariencia nimia como las palabras de tus preguntas. No hablamos de debates civilizados, sino de enfrentamientos que calificamos de cruentos, encarnizados, a muerte. Preferimos señalar de «enemigos» al adversario, le deseamos lo peor. El disenso lo llamamos «traición».  Las propuestas diferentes a las nuestras las vemos como «saboteo». Es duro, muy duro cuanto estamos viviendo, o más exactamente cuanto estamos sufriendo. Las carencias materiales de las cosas básicas para subsistir se nos volvieron un lujo. Conseguirlas representan un vía crucis. Todo se ha vuelto un terrible padecimiento. Ya nuestro reconocido humor utilizado en otros tiempos para aligerar las cargas, se ha tornado lúgubre. Se ha vuelto un humor negro. No somos capaces de reconocer ninguna virtud en lo hecho por el otro. Es que al examinar la dramática crisis económica y social que nos acogota encontramos un país destruido, devastado, en peores condiciones que muchos que han pasado por una guerra. Y cuando buscamos al responsable de esta calamidad chocamos de frente con el rostro y el nombre de Nicolás Maduro. Es imposible que el sujeto responsable de este drama haya ganado. El 90% de los venezolanos lo repudia. Lo ve como el gran culpable, a quien hay que acabar. No hay que hacer ningún esfuerzo para constatar ese enorme rechazo, no hay que esperar un estudio de opinión que lo compruebe, es suficiente salir a la calle y hablar con cualquier transeúnte. Todos lo detestan, desde las personas que merodean sobre los bolsas de basura disputándose cualquier desperdicio entre ellos o con los zamuros y los perros, hasta los que hacen cola en cualquier abasto contando el dinero para ver qué alimento proveerse. Maduro es el responsable directo de la diáspora de más de seis millones de venezolanos, la mayoría deambulando por el mundo en condición de parias. Es el culpable de que a muchos hombres y mujeres la vejez le haya llegado con hambre. Es muy profunda la depresión que todos sentimos tras un apagón, la falta de agua o de gas o no encontramos gasolina para nuestros destartalados vehículos. Todos esos episodios de nuestra cotidianidad aterrizan en el nombre de Maduro para expresarle nuestra ira de cualquier forma.

-¿Puede Maduro revertir esta situación?

-Nada lo indica. Pero tampoco es su interés. Él juega con el caos, con el hambre de la gente. Ni aún queriendo cambiarla podrá hacerlo, tiene al mundo contra. Está totalmente aislado, al frente de un régimen corrupto y criminal.Pende sobre él la amenaza de una recompensa ofrecida por el gobierno norteamericano, por acusaciones por delinquir de todas las formas y maneras. Sus aliados es muy poca la ayuda que le pueden prestar, los rusos e iraníes lo usan como una ficha de su política exterior. El régimen cubano actúa frente a él con el descaro de los proxenetas, los chinos marcan distancia. Internamente confronta diariamente serios problemas de gobernabilidad por su incapacidad para atender las continuas y crecientes demandas de la población. Maduro duerme con un ojo abierto y con el otro también, son constantes los ruidos en el mundo castrense. Las contradicciones internas reverberan en todos los niveles del régimen. No tiene base social en la cual afianzarse, ni los recursos económicos para construirla de manera clientelar. Diera la impresión de haber sacado ventaja, aunque sólo es momentánea, se ha beneficiado asquerosamente de la pandemia. Pero Maduro sigue con serias dificultades que le impiden estabilizar su régimen, depende casi exclusivamente de la represión.Sin duda juega con habilidad política, en eso ha sido clave la asesoría cubana.

-¿Guaidó sigue siendo el referente de la oposición, o está perdiendo fuerza?

-Guaidó continúa siendo el referente político individual más importante con el cual cuenta la Alternativa Democrática. Representa el liderazgo, alrededor del cual se unifica la gran mayoría de las fuerzas políticas opositoras. En esto ha sido decisivo el reconocimiento y la ayuda internacional. Pero es innegable el debilitamiento de su liderazgo, no podemos tapar el sol con un solo dedo, lo muestran los estudios de opinión, se registra cotidianamente en la calle. Hay voces muy respetables de intelectuales y opinadores del país que no solo lo señalan, sino que han llegado a hacerle fuertes críticas a su gestión al frente del Gobierno interino. En este deterioro ha obrado de modo fundamental el sistemático y destructivo trabajo de la dictadura con su profunda arremetida represiva contra la oposición hasta desmantelarla. Los carcelazos, torturas, asesinatos, asilos y exilios han tenido su efecto negativo. Como también su control hegemónico de las comunicaciones, limitando la llegada del mensaje de Guaidó y de la oposición en general. Además de la pertinaz labor represiva del régimen hay también múltiples factores que del lado de la Alternativa Democrática también lo explican. Las elevadas expectativas creadas con el famoso mantra (Cese de la Usurpación, Gobierno de Transición, Elecciones Libres) sin alcanzarse produjeron frustración. La falta de una ruta política clara que lo sustituyera ante su evidente fracaso, ha impedido recuperar la esperanza. El débil respaldo político de sus organizaciones aliadas levanta dudas en torno a la firmeza de la Unidad. El peso atribuido a que no es él quien toma las decisiones políticas fundamentales despierta dudas sobre su liderazgo. El inexplicable 30 de abril y la llamada «Operación Gedeón» representaron una mancha indeleble. Las serias denuncias de corrupción en su entorno debilitan su credibilidad. La inmovilidad política acentuada por la pandemia es un imponderable de efectos desastrosos. Cierta ambivalencia en el discurso de Trump más pendiente de su reelección. Como se ve el listado de las causas de la caída de la popularidad de Guaidó es muy amplio e incluso pudieran agregarse algunas relacionadas con cierta limitación para actuar con más audacia.

-¿Cree usted que se puede recuperar?

-Siempre hay la oportunidad de la recuperación. A finales de 2019 había caído al foso y una audaz y corajuda gira internacional a comienzos de 2020 lo catapultó de nuevo. Siempre hay imponderables, decisiones o acciones que pueden ayudar a su relanzamiento.

-¿Usted cree en la salida por la fuerza o la salida negociada?

-Soy un ciudadano, un hombre nacido y formado en paz y en democracia. Con valores profundamente democráticos para el ejercicio de la política. Respaldo los mecanismos civilizados y democráticos para resolver nuestras diferencias. Ya basta de seguir cometiendo errores que induzcan al uso de la fuerza para imponer a unos venezolanos la opinión de otros venezolanos. Recientemente, saludé la llegada al país de una delegación noruega interesada en retomar la negociación. Señalé que me habría gustado un gesto amable y de beneplácito de la Asamblea Nacional para con estos visitantes, porque a quien viene a ayudar hay que recibirlo con agradecimiento. Cualquier salida por la fuerza derivaría en una situación de violencia, que podría generar en una guerra fratricida. No deseo el infierno de una guerra para nuestro país, que quiebre la paz interna conquistada desde 1903. Me opongo a seguir añadiendo más sufrimiento a nuestro pueblo.

-¿De qué depende una u otra?

-Sin duda de nuestra fortaleza como sociedad democrática. Durante estos últimos veintidós años de autoritarismo hemos estado varias veces al borde del abismo de una violencia sin fin, de una guerra para producir un cambio de gobierno y de modelo económico. Al final, se ha impuesto la lucha por un cambio democrático. La dictadura ha acabado con las instituciones de la república liberal democrática instaurada a partir a partir del 23 de enero de 1958, pero afortunadamente no ha podido acabar con la sociedad democrática nacida el 14 de febrero de 1936. Sin ciudadanos no hay democracia. Es un acierto indiscutible. No demanda mayor sustentación jurídica, ni siquiera histórica. Es un dato contundente de la realidad que ha crecido con la crisis. Cuando los habitantes de un barrio de La Guaira cierran una calle clamando agua potable, los moradores de una comunidad de Petare toman una vía pública demandando gas doméstico o los habitantes de un sector popular de Puerto La Cruz o Maracaibo toman oficinas públicas exigiendo suministro de luz eléctrica están aplicando su ciudadanía, están haciendo la democracia. Emplazan al gobierno a restablecer unos servicios públicos, a los cuales tienen derecho como ciudadanos de una nación llamada Venezuela. La movilización y la protesta ciudadana es una reafirmación práctica de la conciencia democrática. El debilitamiento de las garantías que debe asegurar el Estado ha hecho de fácil constatación el ejercicio de la democracia en la diaria movilización ciudadana. Las luchas por los derechos humanos plenan de protestas las calles, se multiplican en el debate político. En su ignorancia supina, la dictadura se ha empeñado en destruir sistemáticamente las instituciones y los partidos políticos, creyendo que así la acabará. Quienes desgobiernan a Venezuela desconocen que la democracia está en los ciudadanos, que son su espina dorsal. El ciudadano es un individuo con nombre y apellido, no es una abstracción. La ciudadanía se hace concreta en el ciudadano cuando el individuo la adquiere por nacimiento o naturalización y lo convierte en un sujeto de derecho con deberes que cumplir y derechos que puede reclamar. 

Un ciudadano no es un súbdito que debe obediencia a un poder divino representado en un monarca o en un tirano erigido por la fuerza. En la democracia el ciudadano es la fuente de legalidad y legitimidad del poder. En el ciudadano se hace realidad la soberanía popular a través del voto, porque en él reside el poder en la democracia. Las instituciones de la república son los órganos para darle viabilidad a la democracia, no son la democracia. Toda la labor destructiva del chavo-madurismo contra la República no ha logrado acabar con la profunda convicción democrática de los venezolanos, justamente porque ella habita en su conciencia y no en las formas republicanas. Paradójicamente -me atrevo a afirmarlo- esta catástrofe de veintidós años de autoritarismo militarista devenido en tiranía gansteril, ha producido una reafirmación colectiva de la conciencia democrática nacional. Eso suele suceder tras las grandes tragedias históricas. De la guerra de independencia surgió él embrión de ciudadanos que fue desplazando progresivamente la noción de súbditos del rey. Desde entonces tenemos más de doscientos años formando ciudadanos en un proceso lento, largo y tortuoso pero afirmativo de la ciudadanía y los ciudadanos.

-¿Las elecciones parlamentarias pueden ser una opción válida para avanzar en la democratización del país?

-Estamos atascados en contradicciones y errores como oposición frente al llamado a elecciones parlamentarias para el próximo 6 de diciembre. El artículo 192 de la Constitución Nacional es muy preciso: «Los diputados o diputadas a la Asamblea Nacional durarán cinco años en el ejercicio de sus funciones». El artículo 219 es taxativo: «El primer período de las sesiones ordinarias de la Asamblea Nacional comenzará, sin convocatoria previa, el cinco de enero». La actual Asamblea Nacional ratificó ese postulado constitucional al señalar en el artículo 13 del Estatuto de la Transición que «La Asamblea Nacional, electa mediante voto popular el 6 de diciembre de 2015, ejercerá sus funciones constitucionales en el marco de la presente Legislatura hasta el 4 de enero de 2021. El 5 de enero de 2021 se instalará la nueva Legislatura de la Asamblea Nacional de conformidad con el artículo 219 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, a cuyo efecto se celebrarán elecciones parlamentarias durante el último trimestre del año 2020, según lo establecido en las normas constitucionales y en las leyes electorales”. Sin embargo, se propone que la Asamblea Nacional debe mantenerse bajo la figura de la «Continuidad Administrativa», aunque sus proponentes saben muy bien que la AN es un órgano constitucional no un órgano administrativo.

-No es posible que la AN continúe después del 5 de enero de 2021.

-Hay quienes sostienen que estos argumentos jurídicos no tienen validez porque el problema es político en las actuales circunstancias. Y por supuesto. ¡Claro que es político! Lo que sucede es que para imponer nuestra política necesitamos una fuerza que no tenemos. Hemos debilitado el principal liderazgo y la AN que es nuestra plataforma política subsiste a duras penas frente a la arremetida represiva del régimen además de hundirse por sus propios errores. Hay también quienes sostienen que sí tenemos fuerza porque nos apoya la «Comunidad Internacional». Esos amigos no se percatan de que sin fuerza interna ese apoyo vale muy poco. Al igual que tampoco vale de nada el rechazo de 90% hacia Maduro si ese repudio no se organiza y no se le motiva alrededor del uso de la única arma que poseemos que es el sufragio.De igual modo sucede con quienes argumentan que no debemos participar en las elecciones parlamentarias porque este régimen está apoyado por la Fuerza Armada e ignoran que la mejor manera de persuadir al cuerpo castrense de dejar de hacerlo es demostrando nuestra vocación democrática a través del voto. Nada más contundente que una mayoría aplastante en un proceso electoral.

-¿La exigencia de condiciones no se convierte en una trampa para la propia oposición?

-El tema de la exigencia de las “condiciones electorales» para participar se ha planteado erróneamente, desde mi modesta opinión.La exigencia de «condiciones electorales» ha debido plantearse desde la participación no desde la abstención. Desde el escenario donde podemos ser más eficaces, montados en el ring no fuera del mismo. El régimen no quiere que participemos y nosotros no podemos complacerlo pidiéndole un decálogo de condiciones que no nos la dará para que no participemos, para que hagamos lo que precisamente quiere.

-¿Cómo se resuelve la desconexión de las organizaciones políticas en la pandemia?

La principal desconexión que hay es con la gente, sobre todo con los más pobres que son la mayoría. Los ciudadanos están desesperanzados y crece también el rechazo contra la dirección opositora. Esto es muy preocupante, pero la indiferencia del liderazgo es ferozmente dramática. Al pueblo se le ofreció un mantra como fórmula salvadora que ha fracasado. Hay que admitirlo. Ser autocríticos. Hablarle con la verdad. No hablar claro se paga caro, muy caro. La gente no es tonta. En la medida en que el tiempo transcurre la desconexión aumenta, la pandemia incide en ello y el régimen se aprovecha sin escrúpulos de esta tragedia. Un dato revelador de esa desconexión lo acaba de demostrar la última encuesta Delphos: la mayor disposición a votar en las parlamentarias está en los sectores D y E de la población. Los más vulnerables y afectados por la crisis y también los menos impactado por la toxicidad abstencionista de las redes sociales. El liderazgo de la AN se quedó sin política y decidió arrojarse en los brazos del extremismo abstencionista quien lo recibió con un remitido acusándolo de corrupción y exigiéndole transparencia en el uso de los activos recuperados del país y en las ayudas recibidas. Y como guinda le dice que exigir «condiciones electorales» es poco menos que una estupidez, que lo único que deben pedir es una invasión bajo el subterfugio de una «operación de paz y estabilización».

-¿Se pueden hacer elecciones en pandemia?

-Hay individualidades muy conocedoras de la organización de procesos electorales que recomiendan la postergación de las elecciones parlamentarias por razones técnicas y por la pandemia. Tengo entendido que han presentado recursos jurídicos ante el TSJ exigiendo se pospongan para cuando mejoren ambas condiciones. Sin embargo, he visto que algunos de ellos dicen que de no lograrlo hay que participar del proceso porque no se le puede entregar así de fácil la Asamblea Nacional a Maduro. De igual modo, he sabido de factores políticos que pujan por la posposición del proceso electoral para ver cómo se llega a acuerdos sobre las condiciones electorales. Aunque lo único cierto es que la decisión al respecto está en manos de la dictadura. Quien de seguro la administrará de acuerdo a su conveniencia.

-La representación proporcional de las minorías planteada es una opción para democratizar la representatividad.

-Desconozco los criterios que privaron para decidir sobre la garantía de la representación proporcional de las minorías en las próximas elecciones parlamentarias. Algunas declaraciones de dirigentes opositores la han planteado desde hace mucho tiempo y el régimen se había negado rotundamente. Eran otros tiempos en el que un sistema que privilegiaba a la mayoría lo favorecía y por eso se negaban. No me extraña que en sus cálculos electorales ahora sí les convenga. Ahora son una minoría, aunque si nos mantienen divididos pueden ser la primera minoría y eso les asegura el poder y pudiera darle estabilidad.

-¿La ampliación del número de diputados es otra maniobra del oficialismo?

-Así lo han denunciado algunos que privilegian ese argumento como centro del debate político-electoral. Donde la idea es sustentar con ello el llamado a la abstención. Desviar el centro del mismo que debería ser la participación y con cuál mensaje lo hacemos. Esa ampliación supone una base de acuerdo político entre quienes la acordaron. El acuerdo opositor debería dirigirse a conectar con la gente. La gente está esperando la Unidad opositora que no aparece por ningún lado. Hay que construir la Unidad posible.  Espera un mensaje que le devuelva la esperanza de que sí es posible dejar atrás esta tragedia. El número de diputados no es su tema. Está muy lejos de serlo. El tema de la gente es el hambre, la falta de medicina, gas, luz, agua gasolina. Si no logramos animar la participación electoral el amplio rechazo contra Maduro hoy dominado por la desesperanza se nos puede convertir en frustración, en un “no hay nada que hacer”. A eso apuestan Maduro y su régimen y los abstencionistas le hacen el juego. No podemos dejarnos dominar por el escepticismo, hay que ver hacia el futuro con optimismo.

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