Gabriel Santana: Cada vez que los vecinos protestamos mágicamente llega el agua

«Los venezolanos pagamos el agua más cara del planeta», afirma el dirigente vecinal y promotor de la plataforma Chacao Quiere agua. Denunciarán a Hidrocapital ante instancias nacionales e internacionales

Un paseo por Caracas permite constatar que hay agua corriendo por las aceras o surgiendo de las calles, pero no en los grifos de las casas. El servicio -más que el servicio, su ausencia- es un dolor de cabeza para miles de personas. La gente se ha inventado estrategias para tener el líquido, tales como buscarlo en estaciones de bomberos, rastrearlo en los chorritos del parque nacional Ávila, traerlo de restaurantes que generosamente lo comparten con los vecinos. En cada uno de estos campos el dirigente vecinal Gabriel Santana tiene un postgrado.

Miembro de la plataforma Chacao quiere agua (en la que participan unos 400 vecinos), Santana afirma que en esa comunidad el agua «es invisible, porque la mayoría de las veces no llega y nadie la ve», y cuando llega tiene sabor, olor y el riesgo de transmisión de enfermedades.

A cuatro de cada 10 vecinos de Chacao no les llega el agua, concluye Santana con base en los datos recopilados con Monitor Ciudad. «Cada vez que protestamos mágicamente llega el agua al municipio. Hidrocapital no tiene capacidad para distribuir agua a toda Caracas y van jugando con la apertura y cierre de válvulas», razona. El caso de Chacao es, a su juicio, emblemático: Era un municipio modelo, una tacita de plata, y ahora es un lugar sediento. Un sitio con una población mayoritaria de adultos mayores que deben cargar bidones de agua tres, cuatro y cinco pisos.

«Nosotros no tenemos conocimiento de cómo sale el agua de los embalses», explica, pero «cuando el servicio es intermitente, con fallas, ya el agua deja de ser potable, porque las tuberías tienen sedimentos». La recomendación a los vecinos es hervir el agua, aunque «la gente no quiere hervirla porque no tiene gas» y prefiere gastar el gas en cocinar alimentos. También proponen filtros caseros, o para quien pueda, comprar los comerciales.

«¿Cuánto gastan los vecinos en agua? Gastan muchísimo dinero», expone Santana, con números en la mano. Un bidón (que dura dos o tres días) cuesta entre 3 y 5 dólares; rellenarlo puede representar 0,5 centavos de dólar. Un camión cisterna de 10 mil litros cuesta 70 dólares. Algo que se ha visto mucho en el municipio, que los vecinos se organizan para abrir un pozo profunda, cuesta -por lo bajito- 20 mil dólares».

No se puede excluir de la cuenta la inversión en potabilización, con pastillas, gas para cocinar. Por eso, afirma que «los venezolanos pagamos el agua más cara del planeta».

La crisis del agua en Chacao podría ser interpretada como un pase de factura por las protestas contra Maduro en el año 2014. Al menos, así lo ven dirigentes y no pocos vecinos. A partir de ese momento comenzó el racionamiento, que en 2018 empeoró «a niveles de tres, cuatro o cinco semanas sin agua».

Santana ha acudido a protestar y entregar cartas a la sede del ministerio de aguas y a la de Hidrocapital. «Me asomo a la sede de Hidrocapital y bajan la santamaría», bromea. Pero tiene una anécdota que no deja de ser divertida: «En una de esas reuniones pedí agua, me la dieron y les dije ‘por fin gano una’, me dieron agua en el Ministerio, aunque sea un vasito».

La alcaldía de Chacao ha abierto pozos de agua, que se entrega gratuitamente y en un horario determinado.

A principios de este año, la plataforma Chacao quiere agua recogió más de mil firmas para denunciar a Hidrocapital ante instancias nacionales e internacionales. Aunque esa acción se paralizó debido a la epidemia «estamos haciendo las gestiones de nuevo para entregar esas firmas». Se llevarán al Ministerio de Agua e Hidrocapital, y también ante el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Organización de Estados Americanos (OEA).

«El problema del agua es estructural» y de inversión, enfatiza. El Acueducto Metropolitano «nadie lo ha tocado en 20 años», no se ha invertido «ni un solo bolívar». Descarta que este colapso sea por las sanciones: «No tienen 20 años. Es más la incapacidad y la no voluntad política de resolver el problema».