Américo Martín, protagonista del 23 de Enero de 1958: «Hasta con el diablo hay que negociar»

Texto: Vanessa Davies. Fotos: Alonso Calatrava Rumbos-Contrapunto. Video: Miguel "Cuchicuchi" Romero.

La Junta Patriótica organizada contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez lanzó «una consigna fundamental: mano tendida con todo aquel que comparta el ideal democrático y las elecciones libres, aunque haya participado en actos represivos». Para los militares «era muy importante que la sociedad civil les dijera que no iban a sufrir persecución, que no habría venganza ni retaliación», rememora el abogado y escritor

Tantos años de lucha, de experiencia, de aciertos y errores no han hecho mella en la voluntad y la mente de Américo Martín. «El 1 de febrero cumplo 83 años», confirma Martín, abogado, escritor y uno de los protagonistas del 23 de Enero de 1958.

Varios elementos condujeron a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, tal como lo describe Martín en conversación con Contrapunto.com. Pero una de las lecciones aprendidas por quienes fraguaron ese momento histórico es que «hasta con el diablo hay que negociar».

-¿Por qué con el diablo?

-Al fin y al cabo es el mejor negociador. Tiene la llave del infierno, la llave para soltar a centenares de millones de víctimas. Es el que puede hacer las grandes concesiones, o impedirlas.

-¿Quién es el diablo aquí?

-Ponte tú el nombre. Jorge Rodríguez encabeza la comisión de reconciliación. Todo el mundo dice que no cree en eso. Seguramente no. Pero, ¿las circunstancias?

Recordó que la Junta Patriótica organizada contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, lanzó «una consigna fundamental: mano tendida con todo aquel que comparta el ideal democrático y las elecciones libres, aunque haya participado en actos represivos». Para los militares «era muy importante que la sociedad civil les dijera que no iban a sufrir persecución, que no habría venganza ni retaliación».

Martín vuelve al presente. «Hoy digo eso: No puede haber venganza ni persecuciones. Mano tendida, no importa que me hayas perseguido; mano tendida si decides ayudar a Venezuela a superar este trance y volver a la Constitución».

Cuenta que le preguntan: «¿Tú le darías la mano a Diosdado Cabello?». Esta es su respuesta: «A quien sea que contribuya, que esté dispuesto de verdad; no de mentiritas ni con trampitas. Mano tendida. La unidad tiene que ser eso».

-¿Américo Martín le tendería la mano al que esté dispuesto a qué?

-Lo he escrito: Al que esté dispuesto a favorecer un cambio electoral, democrático, pacífico, sin persecuciones, creíble y que tenga supervisión internacional.

No hay punto de comparación

De entrada, Martín sostiene que no hay punto de comparación entre el 23 de enero de 1958 y el presente, pero sí puntos de analogía. Uno de ellos es la dificultad para lograr la unidad de los factores que buscan reconquistar la democracia. El pensador viaja entre el pasado y el presente para poner en evidencia lo que quiere demostrar.

Hace más de 60 años las desavenencias separaron a los líderes políticos Rómulo Betancourt (Acción Democrática-AD), Jóvito Villalba (Unión Republicana Democrática-URD), Rafael Caldera (Copei) y Pompeyo Márquez (Partido Comunista de Venezuela). Carlos Delgado Chalbaud, integrante de la junta militar, llamó a conversar a Caldera y a Villalba, lo que cayó muy mal en AD, partido perseguido, encarcelado y asesinado. Delagdo Chalbaud, relata Martín, dijo que quería volver a la constitucionalidad y que el espacio era la asamblea constituyente. Era «la posibilidad de meter una cuña en la junta militar». No prosperó, asesinaron a Delgado Chalbaud, se perpetró el fraude de 1952, AD lanzó la consigna de la abstención y se desató una gran represión.

Con los líderes adecos de la resistencia masacrados, el partido blanco acogió la tesis de Villalba: dar el paso adelante para ir a las elecciones. Otro gesto consolidó la decisión: el comentario que hizo Villalba, durante un mitin en el Nuevo Circo, sobre el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda. «Se pobló de pañuelos blancos el Nuevo Circo», recordó. A más persecución del régimen, más unidad.

Cualquiera le podría refutar a Américo Martín que hoy no hay líderes así. «Hasta que los haya», replica. «Si se dan condiciones parecidas podrían producirse resultados parecidos».

Lo que se llama genéricamente «el espíritu del 23 de Enero», puntualiza, es la suma de factores como la unidad «sin cartas marcadas»; el descontento civil que parecía no existir (hasta el punto de que Martín asevera que el país parecía «un pozo de aceite»); la huelga universitaria, que demostró a la gente que, si estaba en la calle, podría lograr cualquier cosa: el evento electoral; el descontento militar y, por supuesto, la mano tendida.

En este hoy Martín persiste en la reflexión y en la escritura, Ya va por su tercer libro y vienen otros en camino.