Se presentó este sábado 21 de mayo en el Centro de Arte Las Rosas, en Los Palos Grandes
Salió vestida de rojo para ser Mirna Ríos. Se retiró por pocos minutos y se presentó de nuevo en el escenario con un traje azul y amarillo para representar a Ramona Ponte Alegre, una versión de sí misma y excusa perfecta para cantar como siempre lo ha hecho: con esa voz «bien colocada», como dicen los músicos.
Antes de las 7 de la noche del sábado 21 de mayo, ya el Centro de Arte Las Rosas, ubicado en Los Palos Grandes, tenía gente sentada a la espera de la artista venezolana. En este lugar, un espacio exquisito que alberga obras de arte y un piso de granito de otra época, el tiempo pasa volando. Y volando -con el swing del saxofón de Josué Pinto- llegó la hora de salida de la artista: las 9 de la noche.
Durante dos horas Mirna Ríos cantó y bailó la obra que ella misma escribió durante la pandemia: Ramona Ponte Alegre. En justicia hay que hacerles un reconocimiento a los dos músicos que la acompañaron y que son, también, protagonistas de la comedia musical porque dialogan con Ramona.
Mientras los asistentes bebían y picaban, Mirna no esquivó ningún género. Le hizo guiños al reguetón, coreo el estribillo «en cuatro, en cuatro» de la banda venezolana Los amigos invisibles. También le metió el pecho -literalmente, porque el grito ahahahah lo necesita- a la pieza. A mí me gustan menores. Mujeres -que constituían la mayor parte del público- escucharon la Mariposa de Maná y Todos tenemos un amor.
Al cierre del espectáculo, la artista informó que acaba de terminar su disco y precisó que está disponible en todas las plataformas. Si algo queda claro después de escucharla cantar y verla bailar es que hay Mirna para rato.